Sueños digitales : Un thriller tecnologico
Sebastián empezó creando seres digitales con su ordenador y acabó limpiando de imágenes comprometidas el turbio pasado del presidente Montenegro. Lo que empezó como un juego acabó convirtiéndose en trampa, los sueños digitales se volvieron pesadillas reales.
TERRA.- ¿Cuál es la historia que narra en Sueños digitales?
PAZ SOLDÁN.- Sueños digitales es la historia de Sebastián, un diseñador gráfico que trabaja en un periódico manipulando fotografías. Poco a poco, se ve involucrado en una conspiración del gobierno para retocar el turbio pasado del presidente Montenegro, que fue antes dictador. Primero lo hace por afición y por mostrar su poder con el ordenador, pero luego todo esto le lleva a un lugar del que le va a costar salir.
Es una reflexión ética acerca de una de las problemáticas más importantes de nuestro momento histórico: el impacto de las nuevas tecnologías en la vida cotidiana y la facilidad con la que se puede manipular a la opinión pública gracias a la sofisticación de estas nuevas tecnologías.
T.- Si Montenegro existiera de verdad no hubiera sido el primero en utilizar estos métodos. Stalin hacía borrar de las fotografías a antiguos colaboradores "depurados" por el régimen. ¿Te inspiraste en este hecho para escribir la novela?
PAZ SOLDÁN.- Sí, vi un libro de fotografías que un historiador inglés recopiló del archivo de la antigua Unión Soviética en las que Stalin hacía borrar del registro histórico a aquellos que purgaba del régimen, pero de una forma un poco torpe, porque en el fondo de la foto todavía quedaba la aureola, el fantasma de la imagen borrada. Entonces empecé a preguntarme qué pasaría si hoy, con las nuevas tecnologías, se le ocurriera hacer lo mismo; sería mucho más difícil ver dónde está la manipulación.
T.- Hay dos personajes fundamentales en la novela: Sebastián y el presidente Montenegro. ¿Qué puede decirnos de ellos?
PAZ SOLDÁN.- De Sebastián tenía la idea de un personaje muy frágil, de carácter anodino, que se siente abrumado por la realidad, que no controla la realidad. Como compensación, encuentra en la capacidad de manipular digitalmente las cosas, de crear seres, una suerte de poder que le permite balancear la fragilidad que tiene en la vida real. También trataba de reflejar en él la crisis de la masculinidad que se vive en América Latina.
En cuanto a Montenegro, siempre me llamó la atención -al menos como idea literaria- que Bolivia debe tener uno de los pocos casos de un dictador de los años setenta que en los años noventa logró reinventarse como demócrata y volver al poder a través de elecciones democráticas, gracias, por un lado, a un paciente trabajo de conversión personal, de creer en la democracia y crear un partido político, pero también gracias a un trabajo de imagen, que lo presentó como un demócrata convencido y trató de minimizar su pasado dictatorial. Como idea literaria me pareció que era interesante jugar con un presidente que tiene un pasado un poco turbio y, a través de una hábil campaña, quiere borrar la parte oscura del pasado para apuntalar su gobierno.
T.- Pero este tipo de democracia populista, que arrastra a la opinión pública, existe en varios países más de América Latina, aunque sus cabezas visibles no sean antiguos dictadores. ¿Cuál es la percepción de los latinoamericanos de estos gobiernos?
PAZ SOLDÁN.- Cuando presenté la novela en Perú la relacionaban mucho con Fujimori, aunque yo ni siquiera había pensado en él. Fuijmori es el caso más extremo de un régimen que en los últimos años en América Latina se consolidó gracias a un hábil manejo -a veces sin mucha sutilieza- de los medios de comunicación: comprando canales, expropiándolos... y por otro lado mediante los famosos vídeos con los que Montesinos chantajeaba a aquellos a los que sobornaba.
Es un caso de gobierno con medios de comunicación comprados para solidificar o consolidar un régimen que era dictatorial, aunque parecía ser una democracia. Ese es uno de los peligros actuales en América Latina. Estamos haciendo esfuerzos por consolidar proyectos democráticos, pero también hay siempre esa tentación, que tiene que ver con un largo pasado autoritario, de recurrir a estas figuras populistas, que hoy pueden ser ayudadas por un hábil manejo de los medios.
T.- En la cabeza de Sebastián se desdibujan los límites entre el mundo real y ese mundo virtual que él mismo crea con sus manos. En la era de la imagen en la que vivimos, crees que no sabemos dónde termina la realidad y comienza la ficción?
PAZ SOLDÁN.- Cada vez es más difícil separar las cosas. En ciertos momentos -en la novela se narra de una forma un poco paranoica- estos bordes de ambos mundos se juntan y al final uno puede confundirse fácilmente. En la novela quería también rastrear ese arco que va desde lo que haces de forma inocente y al final terminas haciendo una cosa mucho más comprometedora.
T.- En la novela aportas también una visión de América Latina de alta tecnología, bastante alejada de la imagen que nos daba el realismo mágico.
PAZ SOLDÁN.- El realismo mágico tuvo un gran éxito en narrar cierta forma de ser latinoamericano, no hay que negar el hecho de que si tuvo tanto éxito fue porque encontró algo de la esencia del continente: que lo extraordinario es cotidiano. Pero el continente latinoamericano tiene múltiples temporalidades históricas, de pronto te encuentras con un gran bolsón de modernidad en medio de un océano de pobreza. El realismo mágico se concentró en narrar las culturas populares, las tradiciones y leyendas del pueblo, que todavía existen.
Aquí, no se trata tanto de reemplazar el realismo mágico como de mostrar otro lado en el que no se concentró, que es la cultura urbana. En la novela he intentado mostrar ese otro lado en el que no se ha hecho mucho énfasis hasta ahora. Siempre es una buena tentación para un escritor tratar de ampliar el registro de lo que ya se conoce.
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