Tuesday, February 01, 2011

«Descreo de buena parte de lo “experimental”. Alguien dijo que se tiende a hablar de “literatura experimental” cuando el experimento ha fracasado».




Cuatro nobles verdades

«Descreo de buena parte de lo “experimental”. Alguien dijo que se tiende a hablar de “literatura experimental” cuando el experimento ha fracasado».

(26.01.11)Aunque hace más de una década que Edmundo Paz Soldán no publica un nuevo libro de relatos —Amores imperfectos, el último de ellos, apareció en 1998—, gran parte de la crítica y de sus lectores lo siguen considerando como un gran cuentista. Allí está, por ejemplo, el magnífico «Dochera», con el que hace unos años ganó el Premio Juan Rulfo de cuento y que además, entre otras formas de reconocimiento, inspiró a un entusiasta bloguero de su país para fundar el Dochera Fan Club.

Pero esta situación durará poco. Hace unas semanas, Paz Soldán anunció que después de Norte, su próxima novela, cuyo lanzamiento con Mondadori está confirmado ya para el 18 de marzo, se centrará en la preparación de su nueva colección de cuentos. Lo decisivo en su caso no será terminarlos, sino elegir entre todos los que ya tiene listos cuáles podrían ir bien juntos en un libro. Y pensar en un buen título, claro.

Mientras ese momento llega —lentas son las horas del que escribe...—, el autor boliviano nos envía sus cuatro consejos para armar un buen relato de ficción:


1. Cuando tenía dieciocho años escribía cuentos de dos y tres páginas y quería escribir cuentos más largos. Ahora escribo cuentos largos y no me salen los breves; y eso que quisiera que me salgan. Moraleja: uno propone, pero tiene que saber escuchar lo que la forma dispone.

2. Nunca me siento a escribir un cuento sin saber en qué va a terminar. Eso significa que a veces puede estar rondándome durante un par de días o cinco o seis años. Por supuesto, eso no significa que, llegado el caso, no cambie el final que planeaba originalmente. Es bueno tener un mapa, aunque sólo sea para desecharlo cuando sea necesario.

3. Comencé creyendo que había que escribir cuentos como Borges y Cortázar y tener una vuelta de tuerca en las últimas líneas. Pensaba que sin esos fuegos de artificio un cuento no valía nada. Luego leí a Hemingway y sentí que a sus cuentos les faltaba la página final. Tardé en comprender que se trataba de otra escuela. Aprendí que muchas vueltas de tuerca son tramposas, y que si no llegan naturalmente lo mejor es prescindir de ellas. Es bueno no atarse a un solo registro.

4. Un cuento era para mí sobre todo una trama y ahora es un personaje, una voz, una forma de ver el mundo. Lo que servía hace un par de siglos sigue sirviendo hoy. Descreo de buena parte de lo «experimental». Alguien dijo que se tiende a hablar de «literatura experimental» cuando el experimento ha fracasado.


Fuente de la informacion: Revista Eñe

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