Paz Soldán: Hay algo de mi historia personal en “Norte”
Abc.com | Madrid
Edmundo Paz Soldán llegó a Estados Unidos desde su Bolivia natal a comienzos de la década de los 90. Fue entonces cuando, sin pretenderlo, se cruzó en su vida la historia de Jesús, un joven mexicano que terminó convertido en el «Railroad Killer», uno de los psicópatas más buscados por el FBI por el rastro de cadáveres que fue dejando en su viaje a lo largo de Estados Unidos. Casi 20 años después ese adolescente es uno de los protagonistas de «Norte», la nueva novela de este escritor boliviano definido por Mario Vargas Llosa como «una de las voces más creativas de la actual literatura hispanoamericana».
- ¿Qué siente al recibir elogios de todo un Premio Nobel de Literatura?
- Mario Vargas Llosa fue un referente para mi generación, igual que para otros fueron Julio Cortázar o Gabriel García Márquez. Vargas Llosa hacía un tipo de literatura realista que tenía que ver con el intento de narrar la problemática del continente. Es un ejemplo a seguir, sobre todo en cuanto a su arquitectura narrativa, a la forma en la que ha logrado combinar elementos clásicos del realismo del XIX con la experimentación formal del XX.
- «Norte» es su novena novela y en ella mezcla personajes ficticios con otros tan reales como Raúl, el «Railroad Killer». ¿Qué le atrajo de él, por qué decidió contar su historia?
- Tiene bastante que ver con mi historia personal. Llegué a Estados Unidos en el 88 y en aquel momento comenzaron los primeros crímenes. Vi la noticia en los medios más de una vez, pero no le presté demasiada atención, fue una coincidencia temporal con mi llegada. Lo que luego reactivó mi interés fue que en los últimos años ha habido un endurecimiento muy fuerte de las políticas de inmigración en Estado Unidos. En el imaginario americano hay como un miedo muy fuerte, una ansiedad hacia esta oleada de hispanos que estamos invadiendo el país. Sentí que Jesús podía encarnar en la novela como una materialización de todos esos miedos del norteamericano medio ante el inmigrante.
- ¿Qué emoción buscaba despertar en el lector al escribir «Norte»?
- La novela cuenta el sentimiento de estar perdido, deambulando, sin tu ancla, en un continente extraño, en un país que no es el tuyo. Quería mostrar ese extravío en los personajes. Muchas veces la relación del inmigrante hispano con Estados Unidos es de hostilidad porque te sientes literalmente en una cultura ajena y ahí aparecen diversas patologías que muchas veces tienen que ver con la violencia. Eso es lo que sucede en el caso de Jesús.
- ¿Por qué será que nos atraen tanto los psicópatas?
- Una cosa que busca mucho el escritor es encontrar un símbolo que se pueda hacer carne, una ansiedad que se pueda materializar. Con todo este debate tan recalcitrante, tan extremo, surgido en EEUU en los últimos años y creado en parte por el Tea Party, relacionado con el miedo visceral hacia la inmigración hispana pensaba que el psicópata Jesús encarnaba justamente todo ese miedo, ese rechazo. ¿Por qué se rechaza la inmigración? Porque puede haber un Jesús que puede violar a tu mujer, a tus hijas... Cuando es curioso porque son un país que muy creativo en el ámbito de la violencia. Nos atrae aquello que es muy diferente, esa falta de empatía que también hay en gente como Hitler o Stalin, la versión contemporánea del horror. Desde el lado perverso y siniestro me parece fascinante intentar entender a un personaje así y, sobre todo, hacérselo entender al lector.
- ¿Qué piensa de la actual política inmigratoria en Estados Unidos?
- Hay una desconfianza que se manifiesta en el discurso apocalíptico de la derecha norteamericana y que tiene que ver con esa sensación de amenaza. El tema de la inmigración en Estados Unidos es muy complejo porque como la presencia de la comunidad latina en las urnas es cada vez más fuerte, los políticos tocan este tema con pinzas. Debido a eso no ha habido una reforma lógica en los últimos 20 años y hay una especie de vacío legal que está tratando de ser respondido a nivel estatal con medidas extremas como la de Arizona.
- ¿Y la situación de México, con Ciudad Juárez como macabro referente?
- Los estados de la frontera de Estados Unidos tienen un gran miedo al efecto contagio de Ciudad Juárez, a que la violencia desaforada termine extendiéndose a las ciudades fronterizas estadounidenses. Pero Estados Unidos tiene que reconocer su complicidad en la violencia de ciudades como Ciudad Juárez. Diferentes mafias han empleado Ciudad Juárez para entrar en Estados Unidos desde los años 20 del siglo pasado. Entonces fue el alcohol, ahora es el narcotráfico. Los esfuerzos del estado mexicano por erradicar la violencia en la frontera no van a llegar muy lejos sin el apoyo de Estados Unidos. Hasta que no se vea como un problema conjunto no se va a solucionar.
- ¿Cuál es el estado de salud de la actual literatura hispanoamericana?
- Tenemos una ventaja: somos muchos países y por eso siempre va a haber un grupo interesante de escritores. La actual es una generación muy ecléctica y que tiene una gran virtud que es que trabaja mucho la escritura, son escritores muy literarios. Entre tanto avance de los nuevos medios, la literatura hispanoamericana ha intentado replegarse sobre sí misma y ver qué hace bien que no hace el cine o la televisión. Me gusta este compromiso del lenguaje como punto de partida. Por citar a algunos destacaría a Rodrigo Hasbún, Carlos Yushimito, Samanta Schweblin, Carlos Velázquez... Pero seguro que después me vendrán a la cabeza muchos otros.
- ¿Qué opina del diálogo entre la literatura e internet?
- Me parece fundamental. Es inevitable que los escritores se apropien de ciertas formas de narrar propias de otros medios y las incorporen como punto de partida para trabajar. El escritor siempre está buscando cómo apropiarse de otros géneros. No estoy de acuerdo con ese discurso apocalíptico de que todo tiempo pasado fue mejor. El libro tradicional va a sobrevivir. Debido a esa sensación de amenaza permanente, la literatura se reinventa. Si estudias la historia de la literatura vas a ver que este discurso ha estado siempre con nosotros y la literatura ahí sigue muy viva y muy vigente. La literatura se consolida y encuentra vigencia a partir de su supervivencia en los márgenes de la sociedad. Esa sensación de amenaza no es un punto de llegada, es un punto de partida para la literatura
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