Entrevista a Edmundo Paz Soldán : " No me interesa la violencia sensacionalista; quiero ver que hay detrás de ella, indagar en el horror, en la presencia del mal en la sociedad contemporánea"
Edmundo Paz Soldán es, sin lugar a dudas, uno de los autores latinoamericanos más importantes de los últimos veinte años. Hace poco publicó su más reciente y celebrada novela Norte (Mondadori, 2011), en la que uno de sus personajes principales es un asesino serial, cruel y fanático de la lucha libre. Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR –¿Al igual que Los vivos y los muertos, Norte surge a partir de una noticia periodística? Exacto. O varias noticias, más bien. Una, que escuché en CNN, relacionada con un asesino serial en la frontera entre Estados Unidos y México, y la otra que leí en un periódico de San Francisco, sobre un pintor autodidacta que había vivido la mayor parte de su vida en un hospital pisquiátrico en California. Los dos personajes, tan opuestos, eran mexicanos, inmigrantes ilegales, indocumentados. El desafío de la novela consistía en conectar sus historias, respetar su autonomía y al mismo tiempo verlas como parte de un todo. –El tema de la violencia reaparece; sin embargo, a diferencia de la novela anterior percibo una mayor indagación del tema del mal, encarnado en este cruel asesino serial. En efecto, Norte puede leerse como una continuación de Los vivos y los muertos, al menos en lo que respecta al tema de la violencia. Pero Los vivos… tenía algo más melancólico que me permitía suavizar la violencia, y en Norte yo quería radicalizar la exploración, meterme en la cabeza de un psicópata sin atenuantes, ver las cosas desde su perspectiva sin necesidad de moralizar nada porque eso le toca a los lectores. No me interesa la violencia sensacionalista; quiero ver que hay detrás de ella, indagar en el horror, en la presencia del mal en la sociedad contemporánea. –¿Se puede decir que Jesús es la materialización del gran temar de la derecha norteamericana sobre los inmigrantes que llegan a su país? No he querido escribir una novela políticamente correcta. En un sentido, sí, Jesús es la encarnación de una pesadilla norteamericana: el inmigrante sin papeles que se entra por la ventana de tu casa y viola y asesina a las mujeres. Pero en otro sentido es un individuo y no la representación de todo un grupo de inmigrantes. A pesar de las otras lecturas sociológicas, ese es el sentido que más me interesa. En una novela el individuo debe imponerse al grupo. –Otro personaje logrado es Martín Ramírez. Si Jesús evadía una realidad que lo abruma a través de la violencia, Martín lo hace a través del arte, de sus dibujos en aquel sanatario donde está recluido. Son dos formas muy diferentes de relacionarse con el mundo. Para mí Martín es el grado cero del compromiso con el arte. A Martín no le interesa la carrera ni nada que no sea dibujar. Es una forma de defensa contra un mundo hostil, y también el sueño del artista capaz de encontrar su torre de marfil. –¿Cómo definiste la estructura de la novela? Son tres historias que se entrecruzan pero de una manera sutil, digamos. Quería que las historias se conectaran más a un nivel de símbolos que a nivel de trama narrativa. Que el lector sintiera que a pesar de que las historias podían ser muy diferentes estaba claro que pertenecían a la misma novela, que no eran un rejuntado de relatos. El tren y otros símbolos me parecieron elementos más vinculantes que el que los personajes se encontraran en la trama.
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