Saturday, May 12, 2007

La Ciencia Ficción según Edmundo Paz Soldán*




Edmundo Paz Soldán

Verne

Si tuviera que hacer una lista de las películas, libros y revistas de ciencia ficción que han influido en mi visión del mundo, tendría que comenzar con Julio Verne. No leí las novelas de Verne, ¿quién lo ha hecho? No tengo idea del estilo de Verne, ni siquiera en traducción, pero en este caso importa más el vuelo imaginativo que el lenguaje con que está descrito. Cuando tenía nueve, diez años, llegaba a los kioscos de Cochabamba una colección argentina de revistas ilustradas con las novelas de Verne. Así fue como leí Veinte mil leguas de viaje submarino, De la tierra a la luna, etc. Él había soñado ciertos artefactos con tanta fuerza que había terminado por imponerlos a la realidad. Primera lección importante para un escritor: la literatura proyecta modelos de mundos posibles. Si la realidad no los lleva a cabo, la culpa es de la realidad.

Star Wars
Yo fui otro de los adolescentes que sucumbió a la trilogía original de La guerra de las galaxias. Han Solo era un modelo para mí. Con los años, me fui olvidando de él y fui atraido por el lado perverso de la fuerza. Es cierto, es admirable lo de George Lucas, esa paciente construcción de una vasta mitología dentro de un esquema simple sacado de las ideas de Joseph Campbell; y sí, puede haber creado mucha basura en los últimos quince años, pero su existencia se justifica por haberse animado a ser ambicioso y, sobre todo, por Darth Vader. Para asustar a los enemigos sólo bastaba respirar con el toque asmático impaciente de Darh Vader.

Alien

No he sido un gran lector de las novelas de horror, ni amante de esas películas onda Drácula. Pero sí me ha gustado el cruce que a veces ocurre entre la ciencia ficción y el terror. Allí debo mencionar otra película que me sacudió: Alien. Primera vez que tenía como modelo a una hermosa heroína: Sigourney Weaver.
“En el espacio, nadie puede escuchar sus gritos”, proclamaba la propaganda, y era cierto: en esa película, la ciencia ficción se mostraba capaz de conjurar al mismo tiempo vastos universos y un reducido y claustrofóbico espacio en el que nos jugábamos la vida a cada instante. El miedo era primitivo, salido de las entrañas de un chiquillo en la oscuridad de un cine de provincias. Pocas veces he vuelto a sentir ese miedo.

Blade Runner

Entré a un cine a ver Blade Runner y cuando se encendieron las luces yo era otro. Quizás porque disfrutaba de las novelas policiales y me identificaba con Deckard, un policía noir –con voiceover y todo- con la misión de eliminar replicantes infiltrados en ese paisaje decaído de Los Angeles de luces de neón abusivas y una sobrepoblación multiétnica. Pero el genio de Ridley Scott hacía que también nos identificáramos con Roy Batty, el replicante que vuelve a la tierra en busca de su Creador, rebelándose ante ese destino injusto que apenas le da cuatro años de vida. Todos nosotros somos Batty en algún momento de nuestras vidas, y quisiéramos confrontar al Creador y pedirle explicaciones por ese corto espacio de tiempo entre la cuna y el cementerio que nos ha sido dado vivir.
Cuando escribí Río fugitivo, mi novela sobre la adolescencia en Cochabamba, la única certeza que tenía era que Blade Runner debía entrar de alguna manera, como un motivo recurrente. Musil dijo que debía escribir novelas muy largas para incluir en ella la única frase que en realidad quería escribir. Algo así me pasó con Río fugitivo y Blade Runner. Algunos lectores perspicaces se han dado cuenta de eso; los críticos, por suerte, no.

Philip Dick

Y ya que hablamos de Blade Runner, hay que mencionar a Philip Dick. La novela no me impactó tanto como la película, acaso porque mi inglés no era tan bueno, pero recuerdo que sí pude entender el por qué del título original del libro (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?)
De Dick aprendí dos preguntas cruciales para el siglo XXI: ¿qué es la realidad? Y, ¿qué significa ser humano? Los robots irán poco a poco haciéndonos cuestionar qué es lo que somos. De hecho, ya lo están haciendo. En las novelas de Dick, las máquinas pueden actuar como seres humanos y los seres humanos a veces son más fríos que una máquina. He leído otras novelas de Dick. Me quedo con una magistral: Ubik. Y he visto todas las adaptaciones cinematográficas de su obra: la mejor, hasta ahora, es Total Recall. Tengo mucha fe en la que se viene de Linklater (Through a Scanner Darkly.)
Dark City, Gattaca, Minority ReportNo han sido grandes películas, pero su imaginería, su estética, merece que se las rescate: Dark City, de Alex Proyas; Gattaca, de Andrew Niccol; y Minority Report, de Spielberg. Cuando se trata de cine de ciencia ficción, a veces no importa tanto la historia que se nos narra como el mundo que se nos describe. Lo ideal, claro, es que una vaya con lo otro: ya Freud lo dijo mejor que cualquiera, la forma de nuestros sueños es su contenido.
Cuando quiero ambientar un relato en un mundo urbano latinoamericano donde se cruzan las pulsiones del futuro con nuestros paisajes premodernos, pienso en esos detalles que hacen que funcionen estas películas: En Minority Report, esas propagandas que nos siguen cuando pasamos junto a ellas nos dicen más del futuro diseñado por Spielberg que su relato con innecesario final azucarado.
El cine no ha sidojusto con el cyberpunk, excepto en la primera parte de The Matrix, esa trilogía de los hermanos Wachowski que fue perdiendo fuerza en los siguientes capítulos hasta desaparecer not with a bang, but with a whimper.
La ciencia ficción que consumo hoy –el anime, la novela gráfica, los videojuegos- me arrastran a esas tardes largas de mi niñez en Cochabamba, cuando la literatura era tan sólo una novela gráfica de Julio Verne comprada en un kiosco. Ahora sí me doy cuenta: para mi formación como persona y como escritor, la ciencia ficción ha sido mucho más importante de lo que pensaba.
“La vida son las cosas que nos ocurren mientras estamos ocupados haciendo otras cosas”, canta John Lennon en Starting Over. Puedo decir algo similar: mientras leía literatura seria –Dostoievski, Flaubert, Mann- me ocurrió, por suerte, la ciencia ficción. Eso era la vida.

Edmundo Paz Soldán. Bolivia. Escritor. Su obra ha sido traducida a ocho idiomas. Enseña en la universidad de Cornell (Nueva York.)


*Articulo publicado en la revista HELIO