Monday, March 06, 2006

Desaparaciones : Segundo libro de cuentos

Este libro se publico en el año 1994, mismo año historico en el que Bolivia dirigida por Azkargorta participaba por primera vez en la historia en una copa mundial de fútbol.
Ocasiono criticas internas en la cosmopolis de La Paz tan devorada por Saenz, una ciudad que quiso devorar a un gran autor pero por obra de la inercia acabo devorada por el alma de el mitico autor de la novela Felipe Delgado.

Las mascaras de la nada : Los primeros cuentos de Edmundo




Edmundo pudo escribio estos cuentos durante su adolecencia en Buenos Aires donde no pudo escapar de su cita con el destino que cautivo a uno de sus escritores argentinos favoritos, Borges, hoy en dia encontrar un ejemplar de esta primera obra es una tarea casi titanica. Quizas esa fue una de las principales razones por la que el libro de cuentos estaba incluido en la agenda de relanzamientos de una prestigiosa editorial española con mas peso que Seix Barral en este nuevo milenio.

Alrededor de la torre : Una novela sobre el racismo





Por Josefa Salmón

Volúmen Dos de la RevistaE BRR/Febrero de 2002

Edmundo Paz Soldán (Cochabamba, 1967) obtuvo el doctorado en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de California, Berkeley.Actualmente es profesor en la Universidad de Cornell.. Sus libros "Las Máscaras de la Nada" (1990) y Desapariciones" (1994) fueron finalistas en el más importante concurso de literatura en español en los EE.UU. Su novela "Días de Papel" (1992) ganó el premio nacional "Erich Guttentag". Ha sido antologado en varios volúmenes y varias lenguas. "Alrededor de la Torre" es su más reciente obra. El escritor Alberto Fuguet, autor de "Mala Onda" ha dicho que: " Paz Soldán practica el realismo virtual".



Josefa Salmón es Associate Professor of Spanish and Latin American Literature en Loyola University, New Orleans. Es también Presidenta y cofundadora de la Asociación de Estudios Bolivianos. Ha publicado varios artículos sobre indigenismo y literatura boliviana y El espejo indígena. El discurso indigenista en Bolivia 1900-1952 (1997). También investiga y enseña cursos sobre el cine y la Revolución Mexicana, y pensamiento latinoamericano.



JS ¿Cuándo y cómo empezaste a escribir? ¿Qué te motivo?



EPS. Empecé a escribir en serio en Buenos Aires, hacia 1986. Yo tenía 19 años, había ido allá a estudiar Relaciones Internacionales. Escribía mucho durante mi adolescencia, pero lo tomoba como un pasatiempo, nada en serio. En Buenos Aires, ver a tantos chicos de mi edad interesados en la literatura, en ser escritores, me despertó una sana envidia. ¿por qué ellos sí y yo no, si es que eso es lo que me gusta? Así que me animé. Ahí fue cuando descubri que escribir significa reescribir.



JS. Las máscaras de la nada, tu primer libro de cuentos, tiene una tendencia borgeana. ¿Qué es lo que aprecias de Borges y qué es lo que temes?



EPS. Borges me deslumbró en el colegio. Me interesaba mucho esa su combinación de pura fuerza narrativa y sofisticada construcción intelectual. El miedo es que su mundo es muy suyo, es un territorio que si no te cuidas puede terminar devorándote. Me gustaba tanto Borges que se convirtió en una influencia peligrosa y dejé de leerlo por un buen tiempo, para matizar esa influencia.



JS ¿Podrías contarnos cómo escribiste el cuento “Dochera” ganador del premio Juan Rulfo?



EPS. Una mañana, en Cochabamba, se me vinieron a la mente, casi intactas, las primeras frases del cuento, que son definiciones conocidas en los crucigramas. Me retroatraían a mi adolescencia, pues yo crecí haciendo los crucigramas de Mario Lara en Los Tiempos. El cuento nació de mi deseo de imaginarme el mundo misterioso del crucigramista, ese ser que juega con palabras todos los días. Al final, terminé convirtiendo al personaje en una suerte de metáfora del creador absoluto, aquel que prefiere perderse en su mundo inventado y le da la espalda a la realidad. El cuento lo escribí mi último semestre de doctorado en Berkeley, en 1997.



JS ¿Cómo crees que este cuento o tu obra en general se conecta con la literatura latinoamericana y ¿cómo crees que se diferencia?



EPS. Yo me siento muy cómodo trabajando dentro de la tradición latinoamericana, vengo de Borges, de Onetti, de Vargas Llosa. Creo que de nada sirve intentar oficiar de parricida y que más bien uno aprende más entroncándose con la gran tradición, tratando apenas de ponerle un matiz muy pequeño a un edificio ya construido de manera muy sólida. En cuanto a diferencias, sobre todo en mis últimas obras es más notorio un deseo por trabajar cuestiones del impacto de la ciencia y la tecnología en la vida cotidiana; esos temas me parece que no han sido muy trabajados dentro de nuestra tradición.



JS. Me gustaría saber más sobre tu novela Alrededor de la Torre. En específico, cómo creaste al personaje, Marcelo Aguilar, el candidato indígena en esta novela. ¿Cómo y hasta qué punto influencia el Ex-vicepresidente aymara Hugo Cárdenas? Creo que te escuché decir que escuchaste o leíste algunos discursos de él. ¿Verdad?



EPS. El modelo de Marcelo Aguilar es Hugo Cárdenas. Me sirvió mucho la transcripción de una entrevista que le hizo Carlos Mesa en "De Cerca". Esa entrevista es la base para lo que yo considero el núcleo de la novela, la entrevista de Roxana con Aguilar. Después, en cuanto al personaje en sí, poco a poco me traté de apartar del modelo. Victor Hugo, por ejemplo, siempre anda bromeando, parece solemne pero no lo es; Aguilar, en cambio, anda serio todo el tiempo.



JS. Creo que en esta novela se juntan tu trabajo de investigador de la obra de Alcides Arguedas y el de escritor. Si es cierto, ¿podrías explicar cómo lo ves tú?



EPS. Es muy difícil intentar una carrera literaria y una académica al mismo tiempo. Una de las cosas que me ha funcionado -de manera precaria- es que la investigación para un trabajo académico me sirva para una novela, y viceversa. Al escribir mi tesis doctoral sobre Alcides Arguedas, se me ocurrió que podría intentar ver cómo seguían vigentes las ideas de Arguedas en el presente boliviano, y construí al personaje de Alonso, el paramilitar, con la ideología de Arguedas.



JS. Según tu opinión de crítico boliviano, ¿qué importancia piensas que tienen las identidades étnicas en la literatura de esta época? Por ejemplo, se le ha criticado a Arguedas de ser antinacionalista por su libro Pueblo enfermo y se ha aclamado a Franz Tamayo por crear una identidad indígena más “positiva”.



EPS. La cuestión de la identidad étnica en la literatura de esta época es fundamental, quizás el tema central. Críticos como tú, Leonardo García Pabón y otros lo han visto muy bien. Se trata de una época en que hay una búsqueda esencialista de la identidad, y en que las grandes preguntas al respecto se las hacen los escritores. En el trasfondo del debate está el intento de explicar el porqué del fracaso de los proyectos de modernización nacional. Arguedas da una respuesta en términos racialistas (ya dejados atrás por la ciencia europea en la que abrevaba), y Tamayo responde en cierta forma a Arguedas yéndose al polo opuesto pero sin salirse del esquema discursivo racialista de Arguedas.



JS. Hablando un poco más sobre esta novela, ¿crees que las identidades étnicas como aquella de Marcelo Aguilar y su hijo crecido en Estados Unidos sean cuestionadas por la fidelidad a ciertos valores culturales que definían lo indígena?



EPS. Cualquiera que intente definir hoy lo indígena de manera esencialista está destinado al fracaso. Con Marcelo Aguilar y su hijo, mi intención era doble: mostrar las diversas formas que puede tomar hoy el ser indígena, el tener raíces indígenas, y a la vez mostrar lo imposible que resulta cualquier intento de definición de una identidad étnica.



JS. ¿Cómo ves esta novela y tu escritura en general (como escritor y crítico) en terminus de tus preocupaciones sobre la realidad boliviana y latinoamericana en general?



EPS. Me interesan mucho, sobre todo a la hora de escribir novelas -con los cuentos no tanto-, cuestiones que tienen que ver con la historia boliviana y latinoamericana, con su presente convulso y con la forma en que el pasado influye en este presente. Todas mis novelas giran en torno a problemas sociopolíticos. Alrededor de la torre es mi novela que quizás entronca más con la tradición literaria boliviana. Por supuesto, también me encantaría ambientar una novela en Finlandia o Japón, y reivindico el derecho del escritor latinoamericano a ser libre de hacerlo; por lo pronto, yo no he podido hacerlo. Mi obsesión es Bolivia

Thursday, March 02, 2006

Imagenes del incendio: 60 cuentos de "onda borgiana"







El escritor boliviano Edmundo Paz Soldán ha seleccionado de sus últimos tres libros sesenta cuentos de "onda muy borgiana" en los que incluye además siete relatos inéditos, todos ellos bajo el título "Imágenes del incendio" (Algaida), libro que presentará mañana en Sevilla.


Edmundo Paz Soldán (Cochabamba, 1967) ha recogido una antología de cuentos, "microrrelatos de onda muy borgiana", según dijo a EFE el autor, de sus últimos tres libros; "Máscaras de la nada", "Desapariciones" y "Amores Imperfectos".

Los cuentos seleccionados de los dos primeros libros se encuadran en la línea de Borges y Cortázar, a quienes conoció cuando se inició en la literatura, en cuanto a finalizar el relato con un párrafo "sorpresa" o "golpe de efecto", en palabras de Paz Soldán, que el lector no ve venir a lo largo de la lectura.

"En el tercer libro cambié", dijo el escritor, refiriéndose a sustituir el párrafo final "sorpresa" por una "epifanía" en la que sea protagonista el perfil psicológico del personaje, "porque no vale la pena cambiar las cosas".

La antología de cuentos recoge siete relatos inéditos de los que Paz Soldán destacó "un par de cuentos que se encuadran en los relatos de la mina de Bolivia", uno de ellos titulado "Asurdy" y que relata "el año de provincia" de un profesor de ciudad destinado a un distrito minero.

En estos dos relatos el autor trata de "volver a la tradición" a pesar de que Bolivia ha dejado de ser un país minero y recuperar el alcance "más sociológico que literario" de este tipo de relatos.

"Imágenes del incendio" ofrece una perspectiva de las relaciones sentimentales y sirve de espejo de la escritura de las distintas etapas del autor.

Los últimos cuentos escritos por Paz Soldán incorporan en su lectura tradiciones rusas y norteamericanas que aportan "distintos recursos y registros literarios" fruto de su estancia de más de 20 años fuera de su latinoamérica natal en lugares como Nueva York o España, en la actualidad.

En la actualidad, Paz Soldán ultima detalles de su novela, "Palacio Quemado", en la que retrata "la relación cortesana de los intelectuales con el poder", la cual "se ha mitificado en hispanoamérica", señaló el autor, a través de un personaje que "se deja seducir por el poder del hombre fuerte", dirigente político a quien le escribe los discursos.

"Palacio Quemado" está basada en el gobierno de Sánchez de Losada, periodo político que incluía "un problema de fondo basado en el debate de usar o no la violencia", elemento "muy latente" en los discursos políticos ante "el posible estallido popular debido a la represión".

Paz Soldán comparó las políticas española y la boliviana, y aclaró que en la primera "en los momentos de crispación se respetan unos canales democráticos que canalizan las propuestas más radicales", refiriéndose a autonomías como el País Vasco.

Por el contrario, el autor señaló que "la falta de instituciones fuertes en momentos de crisis" en Bolivia dejan la posibilidad del "estallido social, el caos, y hasta el desgobierno", concluyó. EFE

Un ensayo sobre el Arguedas boliviano


Alcides Arguedas apareció en un escenario cultural obsesionado por la búsqueda de los elementos esenciales de la identidad nacional, de las causas profundas de la inestabilidad republicana. Su misión fue diagnosticar los males del pueblo enfermo y proponer una terapéutica. Sin embargo este diagnostico se hallaba sobredeterminado negativamente desde el principio.
Esta obra propone una lectura critica del influyente escritor paceño a partir de su discurso de la degeneración, y sugiere que tanto sus novelas como su trabajo sociológico e historiográfico puedan leerse como la narración lineal de la enfermedad, del fracaso de Bolivia en su intento de constituirse en nación moderna.

Dochera y otros cuentos


Edmundo Paz Soldán fue, entre 6002 participantes, uno de los ganadores del presitigioso Premio de Cuento "Juan Rulfo 1997" que anualmente organiza Radio Francia Internacional. Un jurado integrado por personalidades del mundo cultural latinoamericano como Augusto Monterroso, Jorge Edwards, Fernando del Paso, Julio Ortega y Luis Sepúlveda, le otorgó este galardón por el cuento «Dochera».

La presente edición incluye el cuento ganador del "Juan Rulfo" y otros dos cuentos que consolidan a Paz Soldán como una de las principales figuras de la nueva narrativa latinoamericana.

Simulacros


Simulacros es una antología de cuentos, breves, precisos, laberínticos, en el mejor sentido borgiano. Los relatos abren paso a los recodos de la necesidad, del aburrimiento, o del deseo que muchas veces quisiéramos reprimir. En tonos didácticos presentan lecciones al enfrentarse al absurdo cotidiano; y en acentos de fantasía ofrecen propuestas para que con magia entendamos el poder de los sentidos que sólo las palabras pueden despertar

Amores imperfectos


Javier Agreda



Aparecidos en diversos países de América Latina a principios de la década del 90, los narradores “light” representan ya toda una generación literaria que el tiempo, el mejor antologador a decir de Borges, se está encargando de depurar. De este discutido grupo de escritores uno de los más reconocidos es Edmundo Paz Soldán (Bolivia, 1967), autor de dos libros de cuentos y dos novelas –Días de papel (1982) y Río fugitivo (1998)-, además de ganador del prestigioso Premio de Cuento “Juan Rulfo 1997” con el relato “Dochera”. Este cuento y otros 22 forman parte de Amores imperfectos (Alfaguara, 1998), su más reciente publicación.



Dividido en dos secciones (de acuerdo a la extensión de los relatos), el libro presenta textos en los que lo más importante parece ser el efecto final, el afán de sorprender al lector. En “Romeo y Julieta”, cuento brevísimo, dos adolescentes enamorados deciden suicidarse. El lo hace primero, cortándose las venas con un cuchillo, pero ella en lugar de hacer lo mismo simplemente da media vuelta y se va. Igual de imprevisto pretende ser el final de “La puerta cerrada”: el personaje narrador ve a su hermana asesinar al padre que abusaba sexualmente de ella. En el último párrafo nos dice que no revelará lo que sabe para que ella “no decida, como lo hizo antes con papá, cerrarme la puerta de su cuarto” (p.25).



Sin grandes ambiciones intelectuales o artísticas, los relatos de Paz Soldán y sus compañeros de generación son de alguna manera una respuesta a la complejidad y pretensiones de totalidad de las novelas de Cortázar, Fuentes o Vargas Llosa, sumamente cargadas de reflexiones y referentes culturales y por lo mismo poco accesibles para la mayoría de lectores. Una primera reacción a esta “elitización” fueron autores como Bryce o Puig, que sin dejar de lado el rigor formal apelaban a referentes más populares y a una temática más personal y emotiva. La generación light continuó en esta línea y la llevó al extremo, simplificando al máximo las técnicas literarias y utilizando un lenguaje lo más transparente y cotidiano posible.



No es la primera vez que un movimiento artístico o literario que parece alcanzar una cima de creatividad produce este tipo de reacción (ocurrió también con el jazz, que en su mejor momento comenzó a ser reemplazado por el simple y repetitivo rock and roll); y siempre a lo radical del enfrentamiento inicial sigue una segunda etapa más conciliadora con la tradición y la calidad artística. Mucho de eso tiene Amores imperfectos, libro en el que versos de canciones populares y personajes de televisión están al lado de guiños y alusiones literarias. El cuento “Continuidad de los parques” es un “remake” del relato homónimo de Cortázar, sólo que narrado por el mayordomo, ausente en el texto original. También hay un cuento titulado “El informe de los ciegos”, además del ya mencionado “Romeo y Julieta”. Y “La escena del crimen” es un típico cuento policial, hasta con un personaje apodado Sherlock.



Pero no son esos los mejores relatos del libro (las alusiones son siempre demasiado obvias y directas), sino aquellos pocos en los que el autor se aproxima a la problemática relación entre el lenguaje y la realidad, uno de los temas predilectos de los narradores del “boom”. Eso sucede en “Epitafios” y en “Dochera”, que cuenta la historia de Benjamín Laredo, encargado de hacer los crucigramas de un importante diario, quien desconcierta a sus lectores cuando comienza a inventar palabras y a cambiar el nombre de las cosas para llamar la atención de su amada. Así, Amores imperfectos de Edmundo Paz Soldán resulta un conjunto de relatos disparejo pero interesante; y una prueba de la continuidad de la narrativa latinoamericana, a pesar de las diferencias generacionales.

Desencuentros : una valiosa antologia


Desencuentros reúne los dos primeros libros de Paz Soldán, Las máscaras de la nada (1990) y Desapariciones (1994), hasta el momento desconocidos fuera de Bolivia. Se trata de cuentos absolutamente personales, muy cortos y en ocasiones brevísimos, protagonizados por personajes de todo tipo, muchos de ellos atormentados y solitarios; seres desperdigados por medio mundo, desde La Paz y Cochabamba hasta populosas ciudades de California y pueblitos perdidos de Mississippi.

En estos relatos hay una estrecha urdimbre entre ficción y autobiografía, entre persona y personaje; una íntima simbiosis donde se mezclan la realidad y la fantasía, toda vez que unos y otros se confunden en un guiño de complicidad, creando un mundo ficticio que parece integrarse a la realidad, otorgándole una aura irreal, fantasmagórica y llena de finales asombrosos. Son un conjunto de anécdotas que a veces regresan sobre sí mismas, únicamente para terminar en una sola dirección: la mirada que las desnuda. Así, el propio lector descubre que él mismo puede ser protagonista.

Desencuentros es un libro escrito en un lenguaje árido a la vez que sobrio, elegante al mismo tiempo que frío; lleno de referencias literarias y artísticas (Faulkner, Borges, Van Gogh, Onetti) y con un dominio impecable de las más variadas técnicas narrativas, un libro fascinante sobre las obsesiones, los fantasmas, el sarcasmo, la ternura y el amor. La prosa es culta sin ser avasalladora; es feroz y apasionada y se apoya en una imaginación que le descubre al lector todo tipo de sorpresas y desplazamientos para apuntar siempre a lo verdadero, al arte limpio de todo artificio. Con este nuevo título, Edmundo Paz Soldán se consolida como uno de los referentes imprescindibles de la nueva narrativa latinoamericana

El delirio de Turing : La primera novela de hackers made in bolivia


Toda la información es ruido hasta que descubrimos el código para interpretarla. Este es el lema secreto de “El delirio de Turing”, la novela con la que Edmundo Paz Soldán, 37 años y profesor de Lengua y Literatura hispánica en Estados Unidos, ha ganado el premio Nacional de Literatura de Bolivia. Se trata de una obra difícil de etiquetar, porque es un relato de intriga que en clave futurista habla de dictaduras, neoliberalismo y luchas sociales en la Latinoamérica de las últimas décadas. Todo ello embutido dentro de un escenario tecnológico en el que los enfrentamientos entre hackers y expertos oficiales en códigos secretos deben verse como una metáfora de la lucha entre la verdad y la mentira, entre los oprimidos y opresores.
Paz Soldán, que ha publicado ya casi una docena de obras, propone aquí un relato coral animado por numerosos protagonistas y escenarios que imprimen carácter. Entre sus protagonistas están Kandinsky, un hacker que ha optado por la subversión digital; Turing, un funcionario que trabaja como criptógrafo y cuyo apodo es un homenaje al científico inglés que consiguió descifrar el código secreto que Alemania utilizaba en sus comunicaciones durante la Segunda Guerra Mundial; Montenegro, un dictador reconvertido en demócrata; Cardona, un juez afín al sistema que, finalmente, empujado por motivos personales, decide tomarse la justicia por su mano. Y Albert, un experto en criptografía que ha trabajado para la CIA y para el Gobierno boliviano (y probablemente para los nazis cuando era joven) que su delirio final, conectado a múltiples cables que le mantienen en vida en el hospital, alucina y repasa la historia universal de los descifradores de códigos.
Estos y otros personajes pueblan los principales escenarios de la obra. La Cámara Negra es un organismo oficial creado para interceptar, descifrar y manipular los mensajes de la oposición. PlayGround es un universo virtual de fantasía en el que cada usuario adopta identidades diferentes a la suya. Y Río Fugitivo, la ciudad donde transcurre la acción, es un lugar imaginario que aspira a convertirse en el Seattle de Latinoamérica en la lucha antiglobalización del siglo XXI. Paz Soldán ejecuta un notable trabajo de relojero e ingeniero para que las diferentes historias y enfoques confluyan en la narración y desemboquen en una trama única, coherente y sólida. Y opta por utilizar en la narración todos los elementos tecnológicos que ésta propone, sin demasiadas consideraciones hacia el lector.
En la novela abundan los nombres de marcas, la enumeración de aparatos, las explicaciones sobre criptografía, los términos en inglés e incluso hay alguna que otra parte del texto redactada con un sistema abreviado similar al de los mensajes telefónicos actuales. Es una opción que le da al relato un toque de modernidad y que puede ser un acicate o un problema, según el tipo de lector.
Algo similar sucede con el estilo narrativo. Paz Soldán emplea un tono periodístico, muy directo, con frases muy cortas y descriptivas, en las que básicamente se telegrafía lo que pasa. Como es habitual en las películas, los actos hacen crecer a los personajes y la historia avanza siguiendo esta progresión. En este sentido, la novela funciona y todo el rompecabezas que propone se articula debidamente. Sin embargo, se echa en falta esa magia especial –mezcla de reflexión, distancia y apropiación total del mundo y del lenguaje que propone– indispensable para que una historia contada de manera correcta se convierta en algo más.

La materia del deseo


El boliviano Edmundo Paz Soldán (Cochabamba, 1967) es autor de una interesante obra narrativa –tres libros de cuentos y cuatro novelas- que lo ha alejado bastante de la literatura “light” dominante entre los autores de la llamada generación Mc. Ondo (la de Fuguet y Bayly), con la que se inició hace una década. Sus dos últimas novelas, Río fugitivo (1998) y Sueños digitales (2000), nos mostraron a un escritor que además de saber manejar bien el suspenso narrativo y la precisión de la trama, se atrevía a abordar una serie de problemas (políticos, tecnológicos y humanos) muy propios de nuestro tiempo. Actualmente profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell (USA), Paz Soldán acaba de publicar la novela La materia del deseo (Alfaguara, 2001), un thriller también ambientado en la ficticia ciudad de Río fugitivo.



Dos historias contadas simultáneamente forman esta novela. La primera es la de Pedro, un joven profesor universitario en Berkeley, quien regresa a su Bolivia natal huyendo de la problemática relación sentimental que mantenía con Ashley, su alumna y también una mujer casada. La otra historia es la de David, tío de Pedro, un intelectual solitario y dedicado a elaborar crucigramas para un diario local, pero que en su juventud fue parte -junto con el padre de Pedro y sus esposas- del MAS, un grupo de izquierdistas radicales. Las peripecias y dudas sentimentales de Pedro (al llegar a Río Fugitivo reinicia sus relaciones con una antigua enamorada) se suman a sus investigaciones acerca de la verdad del trágico final del MAS (hubo un traidor) en el que murió su padre, quien dejó una novela titulada Berkeley, llena de claves y secretos ocultos que Pedro trata de descifrar.



Podemos reconocer en esta novela muchos elementos que ya se han vuelto constantes en la narrativa de Paz Soldán: la ciudad de Río Fugitivo (que ya es para él lo que Santa María fue para Onetti), el interés por los crucigramas y las personas que los elaboran (tema del cuento “Dochera”, con el que ganó el Premio Juan Rulfo en 1997), la figura del dictador que queriendo transformarse en demócrata, tiene que borrar las huellas de su pasado. Como en sus dos anteriores entregas, nos encontramos con un protagonista buscando la verdad oculta tras las diversas versiones de sucesos pasados (la muerte de su padre, la relación con Ashley) y que hace confluir en esas búsquedas sus problemas más personales: soledad, inseguridad, falta de identidad.



Los materiales son los mismos, pero Paz Soldán ha privilegiado esta vez el interés de la trama, entregándole al lector de manera dosificada una serie de sorpresas que cambian completamente la interpretación de las historias y la valoración de las personas involucradas. Así, David pasa de ser inicialmente casi un héroe a convertirse después en la persona que traicionó al MAS y, finalmente, en una víctima más de la intriga urdida por el verdadero traidor. Lo mismo sucede con Ashley en el terreno de lo sentimental. Con estos recursos el autor mantiene cautivo el interés del lector a lo largo de toda la narración, pero lo hace sacrificando la verosimilitud de los personajes secundarios (que parecen estar permanentemente cambiando de máscaras) y la evolución de los protagonistas, una de las mayores virtudes de Sueños digitales.



También en lo que respecta al lenguaje notamos una actitud menos rigurosa y más concesiva. Si hasta ahora Paz Soldán había evitado los regionalismos y anglicismos en sus libros, aquí emplea no sólo expresiones coloquiales del habla de su país, hay además un verdadero abuso de palabras y hasta párrafos en idioma inglés. Una combinación extraña, que intenta “sintonizar” con el idioma que hablan actualmente los jóvenes latinoamericanos. Aunque ese interés por complacer a los posibles lectores, de hacer un poco más “light” su narración, haga de La materia del deseo un libro mucho menos logrado que sus dos novelas anteriores.

Rio Fugitivo


Edmundo
Paz-Soldán:

El escritor termina siendo el más ingenuo, porque es el único que se cree lo que ocurre en las novelas

Susana Pajares Toska
Universidad Complutense de Madrid


El autor boliviano Edmundo Paz-Soldán acaba de ver su novela Río Fugitivo publicada por Alfaguara para España e Iberoamérica. No es su primera obra ni mucho menos, Edmundo ha publicado anteriormente las novelas Días de papel y Alrededor de la torre, y los libros de cuentos Las máscaras de la nada y Desapariciones. Además ha ganado los premios Juan Rulfo, Erich Guttentag y ha sido finalista del Letras de Oro por su quehacer literario. Actualmente es profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell, Estados Unidos.


Aprovechando su reciente estancia en Madrid con motivo del Encuentro de Jóvenes Narradores Hispanoamericanos organizado por la Casa de América, accede a hacernos un hueco en la apretada agenda que la Editorial Lengua de Trapo, organizadora del evento, ha preparado para sus autores. Su llamada confirmando la cita me llega justo en medio de un párrafo particularmente inspirado de Río Fugitivo. Me siento como uno de esos personajes teatrales de Woody Allen que le preguntan a otro quién es y éste responde, "soy el autor". Cuando llego al café, Edmundo Paz-Soldán ya está allí, relajado y amable, y la conversación fluye animadamente.


P- Leyendo Río Fugitivo me vino a la mente un libro de una profesora venezolana, Alba Lía Barrios, sobre el suspense como ingrediente fundamental de toda narrativa. Allí analiza los géneros propiamente "de suspense", como las novelas de misterio, que han sido a veces despreciadas injustamente, porque dan un juego muy fructífero con el lector. ¿Es su novela un intento de darle al suspense categoría "literaria"?


R- Yo me crié leyendo novelas policiales, que hace diez o quince años que no leo, pero fue mi primer amor, mi forma de descubrir la literatura. Lo que me motivaba era el: ¿y qué pasa ahora? Un interés muy básico por el argumento. Y por mucho que ahora lea o escriba cosas más sofisticadas, sigo pensando que la novela tiene que contar una historia. Para eso sirve muy bien el suspense, estilo Hitchcock. A veces las novelas policiales están limitadas al exagerar sus propias convenciones de género, pero creo que hay ciertos ingredientes valiosos que se puede optimizar con otros fines, yendo más allá de las convenciones. En la novela policial hay muchos autores que no hacen más que seguir las reglas del juego, con lo que termina siendo casi como armar un crucigrama, pero se pueden utilizar para indagar el lado oscuro de la condición humana.


P- El suspense no es meramente argumental en Río Fugitivo, sino también estructural, y la novela se burla también de esto conscientemente. Hay una parte en la que el narrador dice que la novela sería mucho mejor si hubiera un muerto a la mitad...


R- Me dí cuenta de que no podía ya volver inocentemente a mi primer amor de la novela policial. Por eso la novela es a la vez un homenaje y una parodia del género policial y sus convenciones. Un amigo me dijo que le parecía una novela policial fracasada, porque la leyó influido por el sello que puso Alfaguara: "una novela en busca del crimen perfecto", y buscaba una novela policial clásica. Pero la novela no es eso. El narrador está fascinado, obsesionado con el tema. Sería más bien una novela de aprendizaje de cómo se escribe una novela policial.


P- De hecho la novela es en realidad un Bildungsroman con los elementos clásicos de búsqueda de uno mismo, situación en su mundo familiar y social, el sexo, etc. Y además, este tipo de novelas siempre tienen que ser de un adolescente que quiera ser escritor, porque si no las convenciones de este género también sufren. (Edmundo se ríe) El aprendizaje de la vida del joven protagonista que quiere ser escritor está "contaminado" por su deseo de aprender a escribir. No hay demasiada tradición de este tipo de novelas en la literatura hispanoamericana.


R- Quizás hay novelas de aprendizaje latinoamericanas, pero más bien comienzan todas en la juventud, no en la adolescencia. La más cercana a Río Fugitivo probablemente sea La ciudad y los perros, como referente en el que me pueda haber inspirado. A lo mejor también una mexicana de Pacheco, Las batallas en el desierto... pero en general el mundo de la adolescencia es un mundo muy poco novelado en Latinoamérica. Se parte de personajes de veinte años, pero no de quince o dieciséis. Y tampoco hay muchas novelas con personajes de sesenta años, los dos extremos están muy poco representados, creo.


P- En la novela, "el otro" no son sólo los indígenas, también son las mujeres, acerca de las cuales el personaje tiene una postura ambigua.


R- La mayoría de los colegios no eran mixtos en esta época, y esto ocasionaba una falta total de saber cómo tratar a las mujeres, una mezcla de fascinación y perversidad, una gran distancia. Distorsionaba mucho las relaciones con el otro sexo. Los colegios de chicos eran un mundo totalmente masculino, y nuestra generación ha heredado gran parte del aparato retórico del machismo, pero en el fondo la actitud no. Quedan las bravuconadas con los amigos, hablar en los bares despectivamente de las mujeres. Es sólo inseguridad y miedo, no es que uno sea machista porque se sienta superior, es lo contrario. Ahora se ha agudizado, mis amigos de treinta años viven una gran ansiedad ante los avances de las mujeres en el campo educativo, laboral, etc. Estudian, trabajan, son madres, y todo a la vez siendo mucho más independientes que los hombres. Están comenzando a ganarles espacio a los hombres.


P- Hay un momento casi ritual en la novela donde el personaje deja la niñez atrás: la muerte de su hermano. Él entonces se encierra y medita sobre la palabra "inconsolable", casi haciendo de la trascendencia un asunto lingüístico, como si el dolor no viniera hasta que no es capaz de expresarlo.


R- Uno de los grandes problemas del protagonista en su encierro en un mundo interior es su incapacidad de demostrar afectos. A veces le echa la culpa a su padre, pero va más allá. Le cuesta verbalizar, asumir que quiere a su familia, a su hermano. Pero la novela trata también del aprendizaje en ese sentido, de aprender a expresar los afectos. La vuelta de tuerca es que cuando se aprende, ya es tarde, y ese es el significado metafórico de la muerte del hermano. La segunda parte de la novela gira sobre esta culpabilidad de no haberlo hecho a tiempo. No quiero generalizar, pero creo que esto también tiene que ver con la cuestión de que en nuestra cultura se ha enseñado a los hombres a no demostrar los afectos, llorar no es de hombres. El protagonista tiene algunos componentes femeninos, como la atracción por algún amigo suyo, que tiene que reprimir constantemente porque su medio no está preparado para entender esas cosas.


P- La percepción que el protagonista tiene de la realidad social de su país, Bolivia, está obviamente limitada por quién es el personaje y el mundo del que viene: la alta burguesía. La separación entre las clases sociales es brutal, hay una incomunicación total entre la clase del personaje y los indios, por ejemplo. Quizá mi sorpresa es muy ingenua, pero la novela deja entrever una realidad social terrible a pesar de no ser una "novela social".


R- Ese era uno de mis desafíos con esta novela, porque quería comentar sobre lo social y político sin que la novela se convirtiera exclusivamente en eso. La historia contemporánea de Bolivia, la época del 82 al 85 es dramática, porque tuvimos un récord mundial de hiperinflación. Es el momento en que los militares dejan el poder y entra el primer gobierno democrático, pero como los militares dejan el estado sin ningún tipo de recursos, al país le fue muy mal, como cuenta la novela. Quería hablar de esto sin caer en lo grotesco, en la caricatura por un lado, ni tampoco en el tono constante de compromiso social con los pobres y los campesinos, que ha marcado muchísimo la literatura de mi país, y que creo que es una de las causas de que no haya trascendido, porque se ha quedado en un regionalismo muy grande. Me atrae lo social y lo político, pero creo que la literatura debe ir más allá.


P- En efecto, no se expone ninguna tesis política directa, pero creo que la novela refleja muy bien ese momento de grandes desigualdades. Los adolescentes de la burguesía además viven en un mundo de referentes culturales norteamericanos y europeos exclusivamente, las películas de las que se habla en el libro, la música... es exactamente lo mismo que teníamos en España en la misma época.


R- Ellos viven en otro mundo, y creo que esto sucede en todas las clases medias y medias-altas de Latinoamérica. En Bolivia quizá más porque es uno de los dos países en los que la mayoría de la población es indígena, y el círculo de clase media-alta es muy pequeño, no es un grupo fuerte. Es un círculo en el que todo el mundo sabe de entrada que va a ir a estudiar fuera, a Estados Unidos o a Europa, que las familias tienen dos o tres coches y que puedes comprar la ropa de última moda. Viven una vida de primer mundo olvidando que están en el país más pobre de Latinoamérica, o casi el más pobre superado sólo por Haití. Me interesa el tema de la buena o mala conciencia, y creo que es propio de mi generación, porque para la de mis padres siguen siendo "estos indios de mierda". El mundo andino es el más racista de toda Latinoamérica, en México funciona bien lo del "mestizaje integrador" porque los indígenas nunca llegaron a ser mayoría, pero en Bolivia se percibe como una amenaza a la modernización del país y a la integración nacional. Todavía no entiendo como en Bolivia no ha surgido algo como el Sendero Luminoso, porque las condiciones sociales están dadas para que suceda. Quizá la diferencia es que en Bolivia hubo una revolución en 1952 con una reforma agraria, que no hubo en Perú. Se han establecido unas relaciones de clientelismo entre partidos políticos y grupos campesinos, y aunque ahora en las elecciones hay candidatos indígenas, prefieren votar por los partidos tradicionales que les dieron las tierras. Esto ha amortiguado la protesta social, mientras que en Perú terminó estallando. En mi generación empiezas a sentirte culpable por lo que ocurre, pero tampoco haces nada para cambiarlo porque a la vez no quieres perder tus privilegios. Es una culpa tibia que no te lleva a pedir mejores salarios para los obreros. A mí me espantaba por ejemplo el trato que mi mamá daba a los empleados indígenas, y yo intervenía sublevándome, pero no pasaba de tratarlos mejor.


P- ¿Qué repercusión ha tenido la novela en Bolivia?


R- Le ha ido muy bien a la novela. Pero tengo un enfrentamiento con algunos críticos. Mis primeros cuentos ni siquiera transcurrían en Bolivia, fueron bien recibidos pero siempre con este reparo de que podrían haber ocurrido en cualquier parte y no eran "bolivianos". Esto es ridículo, como si la literatura pasara por la nacionalidad. La crítica está allí muy politizada, y no acepta que un mundo tan hueco y banal como el de la clase media burguesa pueda servir de materia novelesca. Es un mundo despreciable, pero muy novelable, y yo tengo con él una relación de amor y odio porque es donde me crié, nunca acabo de rechazarlo del todo, aunque siempre me he sentido incómodo.


P- Usted ha escapado de este mundo, porque ahora vive en Estados Unidos.


R- Sí, pero siempre vuelvo aunque cada vez me cuesta más. Mis amigos escritores me decían, "no puedes estar a bien con Dios y con el diablo." Y yo creía que sí. Con mis amigos bolivianos no hablo nada de literatura, hablamos de fútbol, de mujeres... una charla vacía, pero ellos son así y los quiero desde mi infancia. Nos quedan recuerdos muy primordiales de la adolescencia, pero nuestra forma de ver el mundo ya no tiene nada que ver. Cada vez los busco menos y cada vez me aburro más fácilmente en Bolivia.


P- Volvamos a la novela. La última frase acaba diciendo que hay narradores peligrosos, y a lo largo de toda la historia, el narrar se presenta como característica humana primordial. Hasta que uno no narra las cosas, éstas no adquieren sentido. En esta necesidad de contar historias, ¿qué es la literatura? ¿un grado?


R- La novela quizás sea una forma sofisticada de trabajar sobre el impulso básico que es narrar. La novela funciona paradójicamente sobre la idea del cazador cazado, el narrador narrado, en este caso. El que cuenta historias cree que porque conoce el arte de narrar es el que puede engañar o convencer a los otros, a los lectores, y todo el tiempo está siendo engañado por sus amigos, que también le están contando historias sin que se dé cuenta. Y al final en cierta forma el escritor termina siendo el más ingenuo, porque es el único que se cree lo que ocurre en las novelas.


P- Otro tema interesante de la novela en relación con esto es el del plagio. Se defiende el plagio como una forma de empezar en el arte de la narrativa, como homenaje a los autores, y si está bien hecho puede ser hasta un placer. Pero lo de traducir el Werther y firmarlo como si fuera obra de uno, como hace uno de los personajes es demasiado, ¿no?


R- Claro, claro, hay grados. Quizá parte del aprendizaje del escritor es aprender a disimular los plagios, porque estamos constantemente saqueando ideas, pero hay que ir asimilando todo y devolverlo convertido en algo propio. El tema de la apropiación y el saqueo me interesa mucho, es continuo. Pero uno no se inspira sólo en otros libros, sino que la cultura oral es una buena fuente. Yo tengo amigos que son grandes mentirosos y los admiro porque cuentan historias muy bien, de un modo que un escritor puede no ser capaz de hacer por dárselas de intelectual. Es como en esa película, Barton Fink, en la que John Turturro no es capaz de escribir ese gran guión para Hollywood cuando tenía todas las historias al lado, con la vida de su vecino John Goodman. Al final Turturro le pregunta, "¿porqué fallé?" Y el otro dice algo así como "porque no supiste escuchar". En el libro, el narrador se cree más inteligente que los demás, pero al final descubre que hubo otros que narraron mejor, que lo engañaron. Hay una competencia narrativa.


P- No quería hacer referencia al asunto biográfico, pero puesto que usted ha sacado antes el tema no tengo más remedio... En la novela se dice que es mejor no revelar la verdad de las mentiras, o cuánto hay de la propia vida ahí detrás. ¿Se lo deja a los biógrafos?


R- Tuve problemas con la novela. Soy de la promoción 84 del Colegio Don Bosco, lo cual coincide con la novela, pero es un mundo reconstruido a partir de mis memorias. Algunos personajes se parecen a alguien pero nadie está retratado tal cual. En las últimas vacaciones, me llamó el director del colegio y me dijo que los profesores estaban muy disgustados con la novela y querían reunirse conmigo. Fui. Estaban disgustados con la imagen del colegio, porque los estudiantes de la novela hablan cosas soeces todo el tiempo, "¿qué tienes que decir?" me preguntó el director. Lo único que pude decir es que me quedé corto, y si ellos escucharan cómo hablan los alumnos a espaldas de los profesores se darían cuenta. Y después una profesora de Química se puso a llorar porque en la novela hay una profesora que tiene un amante y se identificaba con ella totalmente. "¿Cómo has podido hacerme esto? Me he pasado la vida cuidando mi reputación y ahora esto, yo tenía grandes esperanzas en ti..." Claro, le pedí disculpas públicamente, no era mi intención retratar a nadie ni ofender a nadie. Otro caso: en un momento de la novela se dice que la clínica San Francisco es una mierda, pues los dueños mandaron una carta a mis papás diciendo que yo debería retractarme, porque los dueños eran masones con mucho poder y que si no me retractaba en carta pública me las iba a ver mal. Yo no quería hacerlo, pero mi papá es médico y si no lo hacía podía tener problemas, así que les escribí una carta a ellos, aunque no la hice pública. Problemas de un pueblo chico en el que todo el mundo se conoce.


P- La ficción tiene consecuencias sobre la realidad, como le ha pasado a Javier Marías...


R- Hay una relación muy fuerte entre literatura y vida, pero no hay que buscar una autobiografía en una novela como esta, es decir, no hay que buscar la verdad de lo que ha pasado hace quince años. La novela dice más del escritor que a los treinta años decide reinventar su adolescencia que del mismo adolescente. Hubo un momento en mi vida en que sentí que necesitaba narrar ese mundo que me había marcado tanto en mi adolescencia. No es que yo me parezca al narrador. Cabrera Infante lo dijo muy bien: todas las novelas son autobiográficas, es la parte más profunda del escritor, su imaginación, sus temores, cada personaje... Hay cosas en la novela que no las diría en público porque son muy personales, pero no están a lo mejor en el narrador que han identificado conmigo, sino desperdigadas por otros personajes.


P- ¿Está escribiendo ahora otra novela?


R- Sí. Una novela corta que se llama Sueños Digitales, sobre fotografía digital. Es la historia de un diseñador gráfico que trabaja en un periódico en una ciudad muy contemporánea de Latinoamérica. Lo contrata el Gobierno para manipular imágenes del pasado del presidente, en una especie de puesta al día de 1984, no con textos sino con imágenes. El conflicto del libro gira en torno a la cuestión moral de estas manipulaciones, cuando el protagonista se asusta y se da cuenta de que no puede dar marcha atrás.


P- Esto está en relación con el congreso que organizó usted hace unos meses sobre literatura hispanoamericana y medios de comunicación en la Universidad de Cornell donde enseña, del que va a publicarse un libro editado por usted. Parece que ahora está creciendo el interés por el asunto de la tecnología y la ciencia ficción, al menos en las universidades americanas, pero estos estudios suelen reducirse a novelas anglosajonas, ¿cómo surgió la idea?


R- Parece que las reflexiones sobre la ciencia o la tecnología se las hemos dejado a los narradores norteamericanos, o aquí en Europa a los alemanes. Hay parcelas, pero creo que esto no tiene porqué ser así. La gente se sorprende, pero en Latinoamérica hay toda una tradición sobre estos temas. Yo comencé una investigación personal por esta novela sobre fotografía digital, y hallé tantos temas que culminó en el Congreso. Hay textos conocidos muy marginalmente, por ejemplo una novela de principios de los años treinta de Huidobro, que es muy conocido pero sólo como poeta, se llama Cagliostro y curiosamente fue rescatada por Mario Muchnik aquí en España a principios de los noventa. Huidobro propone ahí que la literatura del siglo veinte no tiene ya el monopolio de la representación que tuvo en el pasado, en el siglo XIX sobre todo. La literatura compite ahora con el cine y otras tecnologías más adecuadas para captar el ruido de la modernidad. La novela va a tener que adaptarse a estos cambios o quedar como una forma parasitaria, y él propone una forma muy vanguardista de hacer esto. Pero la novela no tuvo ninguna resonancia en su momento, quizá ahora se den las condiciones para poder ver la literatura latinoamericana desde otra óptica. Otro autor es Horacio Quiroga, menos sorprendente porque se conocen bien sus amplísimos trabajos de crónica cinematográfica Quiroga tiene varios cuentos de los años treinta donde mezcla el tema gótico de los fantasmas mediado con la tecnología cinematográfica, tipo La Rosa Púrpura del El Cairo. Los fantasmas son espectros cinematográficos, y eso no tiene nada que ver con el Horacio Quiroga más conocido, más folclórico. Es un lado precursor de Cortázar, Bioy Casares y otros. Hay cuentos de Cortázar, de Onetti, del boliviano Céspedes, etc., quizá el más emblemático sea "Las babas del diablo", de Cortázar. En muchos casos no se trata siquiera de descubrir a nuevos autores, sino que en el mismo corpus de los autores de siempre se pueden reubicar ciertos textos que hoy nos sirvan más que otros suyos. Este libro va a ser un buen comienzo.


P- Pues buen trabajo y buena suerte. Gracias por su tiempo y por haber charlado un rato con nosotros

Sueños digitales : Un thriller tecnologico


Sebastián empezó creando seres digitales con su ordenador y acabó limpiando de imágenes comprometidas el turbio pasado del presidente Montenegro. Lo que empezó como un juego acabó convirtiéndose en trampa, los sueños digitales se volvieron pesadillas reales.
TERRA.- ¿Cuál es la historia que narra en Sueños digitales?
PAZ SOLDÁN.- Sueños digitales es la historia de Sebastián, un diseñador gráfico que trabaja en un periódico manipulando fotografías. Poco a poco, se ve involucrado en una conspiración del gobierno para retocar el turbio pasado del presidente Montenegro, que fue antes dictador. Primero lo hace por afición y por mostrar su poder con el ordenador, pero luego todo esto le lleva a un lugar del que le va a costar salir.


Es una reflexión ética acerca de una de las problemáticas más importantes de nuestro momento histórico: el impacto de las nuevas tecnologías en la vida cotidiana y la facilidad con la que se puede manipular a la opinión pública gracias a la sofisticación de estas nuevas tecnologías.


T.- Si Montenegro existiera de verdad no hubiera sido el primero en utilizar estos métodos. Stalin hacía borrar de las fotografías a antiguos colaboradores "depurados" por el régimen. ¿Te inspiraste en este hecho para escribir la novela?
PAZ SOLDÁN.- Sí, vi un libro de fotografías que un historiador inglés recopiló del archivo de la antigua Unión Soviética en las que Stalin hacía borrar del registro histórico a aquellos que purgaba del régimen, pero de una forma un poco torpe, porque en el fondo de la foto todavía quedaba la aureola, el fantasma de la imagen borrada. Entonces empecé a preguntarme qué pasaría si hoy, con las nuevas tecnologías, se le ocurriera hacer lo mismo; sería mucho más difícil ver dónde está la manipulación.


T.- Hay dos personajes fundamentales en la novela: Sebastián y el presidente Montenegro. ¿Qué puede decirnos de ellos?
PAZ SOLDÁN.- De Sebastián tenía la idea de un personaje muy frágil, de carácter anodino, que se siente abrumado por la realidad, que no controla la realidad. Como compensación, encuentra en la capacidad de manipular digitalmente las cosas, de crear seres, una suerte de poder que le permite balancear la fragilidad que tiene en la vida real. También trataba de reflejar en él la crisis de la masculinidad que se vive en América Latina.


En cuanto a Montenegro, siempre me llamó la atención -al menos como idea literaria- que Bolivia debe tener uno de los pocos casos de un dictador de los años setenta que en los años noventa logró reinventarse como demócrata y volver al poder a través de elecciones democráticas, gracias, por un lado, a un paciente trabajo de conversión personal, de creer en la democracia y crear un partido político, pero también gracias a un trabajo de imagen, que lo presentó como un demócrata convencido y trató de minimizar su pasado dictatorial. Como idea literaria me pareció que era interesante jugar con un presidente que tiene un pasado un poco turbio y, a través de una hábil campaña, quiere borrar la parte oscura del pasado para apuntalar su gobierno.


T.- Pero este tipo de democracia populista, que arrastra a la opinión pública, existe en varios países más de América Latina, aunque sus cabezas visibles no sean antiguos dictadores. ¿Cuál es la percepción de los latinoamericanos de estos gobiernos?


PAZ SOLDÁN.- Cuando presenté la novela en Perú la relacionaban mucho con Fujimori, aunque yo ni siquiera había pensado en él. Fuijmori es el caso más extremo de un régimen que en los últimos años en América Latina se consolidó gracias a un hábil manejo -a veces sin mucha sutilieza- de los medios de comunicación: comprando canales, expropiándolos... y por otro lado mediante los famosos vídeos con los que Montesinos chantajeaba a aquellos a los que sobornaba.

Es un caso de gobierno con medios de comunicación comprados para solidificar o consolidar un régimen que era dictatorial, aunque parecía ser una democracia. Ese es uno de los peligros actuales en América Latina. Estamos haciendo esfuerzos por consolidar proyectos democráticos, pero también hay siempre esa tentación, que tiene que ver con un largo pasado autoritario, de recurrir a estas figuras populistas, que hoy pueden ser ayudadas por un hábil manejo de los medios.


T.- En la cabeza de Sebastián se desdibujan los límites entre el mundo real y ese mundo virtual que él mismo crea con sus manos. En la era de la imagen en la que vivimos, crees que no sabemos dónde termina la realidad y comienza la ficción?
PAZ SOLDÁN.- Cada vez es más difícil separar las cosas. En ciertos momentos -en la novela se narra de una forma un poco paranoica- estos bordes de ambos mundos se juntan y al final uno puede confundirse fácilmente. En la novela quería también rastrear ese arco que va desde lo que haces de forma inocente y al final terminas haciendo una cosa mucho más comprometedora.


T.- En la novela aportas también una visión de América Latina de alta tecnología, bastante alejada de la imagen que nos daba el realismo mágico.
PAZ SOLDÁN.- El realismo mágico tuvo un gran éxito en narrar cierta forma de ser latinoamericano, no hay que negar el hecho de que si tuvo tanto éxito fue porque encontró algo de la esencia del continente: que lo extraordinario es cotidiano. Pero el continente latinoamericano tiene múltiples temporalidades históricas, de pronto te encuentras con un gran bolsón de modernidad en medio de un océano de pobreza. El realismo mágico se concentró en narrar las culturas populares, las tradiciones y leyendas del pueblo, que todavía existen.

Aquí, no se trata tanto de reemplazar el realismo mágico como de mostrar otro lado en el que no se concentró, que es la cultura urbana. En la novela he intentado mostrar ese otro lado en el que no se ha hecho mucho énfasis hasta ahora. Siempre es una buena tentación para un escritor tratar de ampliar el registro de lo que ya se conoce.

Para todos los admiradores de Dochera

Este blog esta dedicado al creador de el cuento "Dochera", cuya popularidad ha crecido increiblemente desde la publicación de la excelente novela titulada Rio Fugitivo, aqui se registraran entrevistas , articulos y otras curiosidades vinculadas con el mejor narrador de la generación MCOndo.