Tuesday, August 12, 2008

Edmundo Paz Sóldan con una vision realista de el destino de la Bolivia gobernada por Evo Morales





Por Irene Benito, especial para LA GACETA


LA PRUEBA
“Evo Morales está condenado a decepcionar”
El escritor Edmundo Paz Soldán, radicado en EEUU, habló de una Bolivia desintegrada y dependiente de Venezuela. CRITICO. El politólogo boliviano lamenta el camino elegido por el gobierno.

El fútbol, las letras y Buenos Aires

A los 17 años, Paz Soldán abandonó la carrera de Ingeniería, y luego, en Buenos Aires, estudió Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas. Se fue a EEUU con una beca en la Universidad de Alabama, donde su deporte preferido era el fútbol. Pero él prefería escribir. “En la Argentina redescubrí mi pasión por las letras, gracias a la Feria del Libro, a los escritores que siempre andaban por ahí y al ambiente literario de las calles”, apuntó. Prefectos se resisten a reconocer el referendo
El referendo ensombrece el horizonte en Bolivia
En la Argentina reclamarán con un voto simbólico
Los resultados se darán en una semana y no habrá boca de urna
Tensa vigilia: Bolivia acude mañana a las urnas



MADRID, España.- Un par de anteojos se interpone entre el mundo y la mirada del escritor boliviano Edmundo Paz Soldán (Cochabamba, 1967). Con el atuendo liviano del verano, Paz Soldán parece más joven de lo que es; su imagen relajada no se corresponde con la que, sin conocerlo, alguien podría imaginar de un profesor de la estadounidense Universidad de Cornell, de un politólogo, de un autor fecundo -publicó una decena de obras- y de un doctor en Lenguas y Literatura Hispana.
Para conquistar esos méritos él tuvo que sacrificar a Bolivia. “La mayoría de los escritores de mi país tienen otra profesión porque no pueden dedicar todo el tiempo a la literatura. Y eso es lo que yo quería hacer. Siempre pensé en volver, pero me fui quedando porque mi vocación era y es intensa, y tengo miedo de que Bolivia la desperdigue en mil cosas”, apuntó. Sin embargo, admite que no puede dejar de estar atento a lo que ocurre allí, sobre todo ahora que el gobierno de Evo Morales no cesa de dar de qué hablar.
“Había muchas expectativas en 2006, cuando los indigenistas llegaron al poder. Quizá demasiadas. Por todo lo que se espera de él, Evo está condenado a decepcionar”, opinó, lapidario, Paz Soldán.

-¿Cómo llegó a esta conclusión?
-Porque Bolivia venía de un tiempo muy difícil y, sin embargo, Morales prometía mucho. El presidente tenía cierto margen cuando subió al poder, al ganar las elecciones con una mayoría contundente del 54%. Estos votos expresaban que no sólo lo eligió el campo sino también la ciudad y la clase media; es decir, contaba con un apoyo social amplio. Y un importante respaldo regional. Dos años y medio después, ese respaldo se fue diluyendo. Evo contribuyó a la creación de una sociedad polarizada y es una gran pena.

-¿Qué error detecta en la estrategia política de Morales?
-Evo llegó al poder como un gran líder sindical pero, en este tiempo, no pudo graduarse como un estadista capaz de gobernar para todos. Sigue siendo un líder sindical que ve las cosas de manera antagónica y cuyo proyecto de nación es muy excluyente. El tenía un desafío: incorporar a los grandes movimientos sociales excluídos sin cometer la torpeza de los partidos políticos tradicionales, que, para meter a unos, sacaban a otros.
Lo que al final hizo Morales fue dar vuelta la tortilla y que los que entren en el proyecto de izquierda neoindigenista desalojen a los otros grupos que ya tenían representación política. Al final, ni un método ni el otro son exitosos para formar un proyecto serio de nación: Bolivia nunca pudo integrar a las regiones, a los diferentes grupos sociales y raciales que existen en el país.

-¿Qué opina de los movimientos regionales que pretenden más independencia y autonomía del poder central?
-En el referendo de Tarija vi por primera vez la bandera de esa cuarta región. La imagen tuvo para mí una gran carga simbólica, porque, hasta entonces, sólo sabía que existía la bandera de Santa Cruz, además de la boliviana. Santa Cruz fue tradicionalmente una región muy orgullosa; pero en este par de años aparecieron con fuerza las banderas de otros departamentos como Beni, Cochabamba y la mencionada Tarija. Esta es la constatación más evidente y explícita de que, en este momento de Bolivia, están ganando las fuerzas de desintegración.
Tengo mis temores sobre la secesión, pero, a la larga, pienso que la unión del país es más intensa que el peso que puedan tener los líderes regionales de ambos lados. Si los líderes no dan la talla, la historia se los llevará. Esa es la triste realidad de Bolivia, que los políticos no nos han durado mucho. Pero, aún con nuestra fragilidad, somos más fuertes que los caprichos irresponsables de algunos dirigentes.
Paz Soldán no perdió su español con acento andino pese a las décadas que lleva en EEUU. Escogiendo con extremada prudencia las palabras, explica que en América Latina cada gobernante y cada país tienen una idea diferente de lo que la izquierda debe ser. “Hay distintos proyectos. El del brasileño Lula da Silva es muy diferente del que tiene el venezolano Hugo Chávez, que es precisamente el mandatario latinoamericano que está más cerca de Evo ”, remarcó.
Según el escritor, Venezuela entró con mucha fuerza en el territorio boliviano mediante los alfabetizadores y el cuerpo de seguridad. Pero, apunta, estos vínculos no se traducen necesariamente en una sentida hermandad entre países; existe una gran desconfianza. “Chávez está demasiado presente en el día a día de la política boliviana. Este es un punto débil del liderazgo de Evo, que, sobre todo en lo económico, ha cultivado una imagen de dependencia de Venezuela”, recalcó.


Fuente : (el periodico argentino llamado La Gaceta Sábado 9 de Agosto de 2008)

Monday, August 11, 2008

Edmundo Paz Soldán y su detective Mario Martínez




FRAGMENTO DE ENTREVISTA REALIZADA POR :Carlos Cortés (Costa Rica)


Edmundo Paz Soldán (Bolivia)

Ganador del prestigiado Premio de Cuento Juan Rulfo 1997, nació en 1967 en Cochabamba, Bolivia. Doctor en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Berkeley, ha publicado, entre otros, la novela Días de papel (1992) y el libro de cuentos Amores imperfectos (Alfaguara). Río fugitivo, publicada también bajo el sello Alfaguara, tiene por protagonista a Roby, un adolescente que plagia famosas tramas policiacas para divertir a sus amigos y descubre así su vocación literaria. La novela es entretenida y expone, además, el proceso de escritura de una novela policiaca.

Retratas admirablemente a tu propia generación. Tu personaje Roby sueña con ser escritor, como sin duda lo soñabas tú a esa edad, ¿cómo nació esa inquietud en un país tan poco atento a la literatura?

Nació a pesar de mí mismo, aunque primero adquirí una gran vocación como lector. Mi personaje es algo autobiográfico, también entre los 13 y 15 años me sentía absolutamente fascinado por las novelas policiacas y transmití esa fascinación a mis amigos. Me dedicaba a plagiar historias, a resumirlas. Transformaba una novela de Agatha Christie de 250 cuartillas en un cuentito de 20, donde además bolivianizaba la trama. Mi detective se llamaba Mario Martínez, como el de la novela, y como mis amigos no leían, pude mantener el engaño por cuatro o cinco años, sin darme cuenta que me estaba ejercitando.

En Río fugitivo intercalas con la narración instrucciones para elaborar una novela policiaca...

Con los años uno va adquiriendo experiencia para escribir, aunque cada novela viene con su propia carga de problemas y desafíos a plantearse. A los 22 años escribí mi primera novela, Días de papel, y la pude escribir gracias a que era un gran ignorante. Conforme vas conociendo el mundo, vas matizando tu visión, aunque eso puede ser contraproducente, te vuelves menos arriesgado


Retratas admirablemente a tu propia generación. Tu personaje Roby sueña con ser escritor, como sin duda lo soñabas tú a esa edad, ¿cómo nació esa inquietud en un país tan poco atento a la literatura?

Nació a pesar de mí mismo, aunque primero adquirí una gran vocación como lector. Mi personaje es algo autobiográfico, también entre los 13 y 15 años me sentía absolutamente fascinado por las novelas policiacas y transmití esa fascinación a mis amigos. Me dedicaba a plagiar historias, a resumirlas. Transformaba una novela de Agatha Christie de 250 cuartillas en un cuentito de 20, donde además bolivianizaba la trama. Mi detective se llamaba Mario Martínez, como el de la novela, y como mis amigos no leían, pude mantener el engaño por cuatro o cinco años, sin darme cuenta que me estaba ejercitando



FRAGMENTO DEL ARTICULO TITULADO : Figuras de la ley

Por Edmundo Paz Soldán

A los once años descubrí en la biblioteca de mi papá las novelas policiales de Agatha Christie. Leí una de ellas, El secreto de Chimneys, y me quedé en el mundo de la Christie por el resto de mi adolescencia.

La principal razón no tenía nada que ver con su prosa funcional; tampoco con sus argumentos rebuscados, de muertes con dardos envenenados en un avión, aunque éstos llamaban algo mi atención, sobre todo porque la novelista inglesa fue una maestra en el arte de estirar hasta el infinito el ars combinatoria del policial. Era el personaje principal quien me seducía.

Hércules Poirot, el detective belga, andaba por el mundo resolviendo casos con arrogancia y displicencia. Bajo de estatura, calvo y con mostachos, Poirot era una figura cómica, una suerte de pariente cercano de Chaplin. Gracias a él, revisé todas las librerías y revisterías de mi polvorienta ciudad, hasta dar con casi todas las novelas -alrededor de ochenta-- que escribió la Christie (y me decepcioné algunas veces, al descubrir que el personaje principal era Miss Marple). Gracias a él, comencé a escribir cuentos plagiados a la Christie, e inventé mi primer personaje literario: el detective Mario Martínez (el nombre se lo robé a un tenista boliviano que esos días había llegado a la posición 33 en el ranking mundial).

Sunday, August 10, 2008

Paz Soldán y su mundo :nueve meses en EE.UU. y tres meses en su natal Cochabamba





"Los mundos extremos de Paz Soldán "

Este escritor se desdobla sin complejos. Pasa nueve meses en EE.UU. y tres en su natal Cochabamba, moviéndose entre la nostalgia y el desarraigo. Ama y odia a sus pares de la clase acomodada de Bolivia. Escribe con pluma descarnada sobre el rostro urbano y tecnologizado de su país. Cuando quiere, Edmundo Paz Soldán (38) pega duro. Su sexta novela, "El delirio de Turing" -que presentará el sábado próximo en la Feria del Libro-, no es la excepción.
Por: Patricio de la Paz



Que amor a primera vista. Un flechazo fulminante. Y eso que tenía apenas 12 años. Ocurrió en la biblioteca de su padre: aunque Edmundo Paz Soldán ya era un lector empedernido -que devoraba periódicos, las Selecciones del Rider Digest y las aventuras de Salgari-, el encuentro con novelas policiales en las estanterías de su progenitor fue un golpe al mentón. O al corazón, mejor dicho. "Quedé fascinado. Sobre todo con Agatha Christie. Supe que ella tenía como 80 novelas; quería leerlas todas.

Casi lo logro: entre mis 13 y 16 años, leí como 78 de ellas", recuerda el escritor boliviano, quien confiesa sin pudores que jamás en su vida ha vuelto a leer con la intensidad de aquellos años juveniles.

Tanto fue el encanto, que pronto decidió escribir sus propios cuentos. Plagiando a la autora inglesa, por supuesto: "bolivianizaba sus textos; hasta creé a mi propio detective, Mario Martínez". Edmundo gastaba buena parte de su tiempo adolescente en estos afanes, que relevaron en su ranking de intereses a la tarea que había comenzado años antes: armar periódicos, primero para su barrio y luego para su exclusivo colegio en Cochabamba. Nadie, ni siquiera él, podía imaginar entonces que esta afición por la novela negra tendría cuerda para tanto rato. Pero así fue.

Su gusto por resolver acertijos y atar cabos -una pasión que desde niño cultivaba también con la solución de crucigramas- se transformaría años más tarde en una de las inspiraciones para su trabajo literario. En materia prima para sus novelas. Sobre todo de la última, "El delirio de Turing", que el autor presentará el próximo sábado en la Feria del Libro de Santiago y cuya trama mezcla el mundo de los descifradores de códigos con una ciudad colapsada por protestas sociales. Claro que para llegar a esta parte de la historia, debió pasar mucha agua bajo el puente. Puente construido no sólo por los libros escritos por Paz Soldán, sino también por su propia vida. Esa donde se mezcla la clase acomodada de Bolivia, la ciencia política, el fútbol, la escritura y un desarraigo por partida doble.

Disparos a la tribu

Ser un lector compulsivo, redactor de periódicos de barrio y plagiador de Agatha Christie no agotaba todas las energías del joven Paz Soldán. Había una faceta más secreta, que salía a flote con sus compañeros del colegio Don Bosco, donde iban los jóvenes de la clase acomodada de Cochabamba. "Tomábamos mucho. Había una chichería a cinco cuadras del colegio y ahí se reunían los estudiantes antes de clases", recuerda. "Era curioso: yo era muy buen alumno, pero me llevaba bien con los vagos. Mis amigos eran los más desordenados. Cuando teníamos 14 años, todos fueron expulsados porque nos acusaron de estar viendo películas pornográficas en la casa de uno de ellos, lo cual era cierto. Se decidió expulsar a todo el grupo menos a mí, porque tenía buenas notas".

Más de quince años después, y ya siendo un escritor galardonado con el Premio Juan Rulfo por su cuento "Dochera", Paz Soldán debió volver al colegio. A dar explicaciones. Era 1999, y un año antes había publicado su tercera novela, "Río Fugitivo", basada en su último año escolar. Los 70 profesores y sacerdotes reunidos estaban indignados, sentían el libro como una falta de respeto al mostrar la vida disipada de sus alumnos. "Y eso que me quedé corto", les dijo el escritor, a modo de defensa. Claro que también recibió dardos de los dueños de la clínica San Francisco, quienes lo obligaron a retractarse de los juicios que había contra ellos en el libro. Paz Soldán lo hizo en una carta privada, sólo porque no quería causarle problemas a su padre médico.

La situación fue incómoda, aunque no gratuita. Era un riesgo que el autor había asumido a principios de los 90, cuando empezó a escribir y optó por retratar la Bolivia urbana de la clase acomodada, que él conocía tan bien. "Me acuerdo que un crítico me dijo que cómo me animaba a escribir sobre mi clase si esa clase no tenía la suficiente densidad para ser material de novela. Yo vengo de esa clase media frívola, de horizontes estrechos, pero sentía también que esa clase era la que no se conocía en la literatura boliviana".

- Tú eras un privilegiado para hacerlo: tenías información de primera mano, conocías perfecto ese grupo?
- Exactamente. Yo tengo la mejor relación que un escritor puede tener con su país y su clase, que es de amor y odio. Desde el primer momento dije que no me avergonzaba de haber pertenecido a esa clase, sino que quería novelar sus contradicciones, su aspiración a la modernidad que es siempre incompleta y compensada con cosas materiales, como mis amigos que tienen iPods como una forma de sentirse parte de una modernidad que quizás como país no se alcance.

- ¿Por dónde está la salida, entonces?
- Mientras uno no sea capaz de modernizar los prejuicios, no habrá una verdadera modernidad en Bolivia. La modernidad no pasa necesariamente por el desarrollo económico o tecnológico. Que te compres un iPod no significa nada si sigues despreciando al indio. En la clase media boliviana hay un deseo fuerte de modernidad, pero es una modernidad superficial, de estar bien porque tenemos TV cable o sentir que progresamos porque tenemos un sitio web atacado por hackers.

El perpetuo vaivén

Pegarle a su tribu es un ejercicio que Paz Soldán ha visto facilitado por la distancia. Se fue de Bolivia apenas egresó del colegio. La hiperinflación del país a mediados de los 80 provocaba pánico en la clase acomodada, que no dudó en mandar a sus hijos a estudiar al extranjero. Las universidades locales funcionaban a tropezones, y la elite no quería contratiempos. Los Paz Soldán decidieron, entonces, enviar a Edmundo a Mendoza. A seguir Ingeniería Industrial. "Yo quería Literatura, pero la presión de mis padres era muy fuerte", dice.

Duró menos de un año. Le vino una crisis feroz y decidió cambiar el rumbo. Partió a Buenos Aires y se matriculó en Ciencias Políticas. "Al menos es una carrera más ligada a las humanidades", se dijo a sí mismo, como consuelo. Pero la literatura se impondría a la fuerza: se hizo asiduo a las Ferias del Libro, donde conoció a Donoso, a Benedetti, a Sábato, y sacó agallas para atreverse a escribir en serio. Revisó sus cuentos antiguos. Corrigió sus textos. Y en esas tareas lo pilló 1988, año que partió a EE.UU. becado por la Universidad de Alabama. No fue por méritos académicos, en todo caso. El mismo lo aclara, entre risas: "Fue una beca deportiva. Jugué tres años fútbol en el equipo de esa universidad".

Entre chuteadores y libros, Paz Soldán se tituló allí de cientista político. Ese mismo año, 1991, se animó a desempolvar el viejo sueño literario. Y se fue a hacer un doctorado a Berkeley en Lenguas y Literaturas Hispánicas. No se detendría más: seis años después, fue contratado en la Universidad de Cornell, en el pueblito de Ithaca, como profesor de Literatura Latinoamericana. Allí echaría nuevas raíces.

"Vivo en este pueblo de 50 mil habitantes, que está más cerca de Canadá que Manhattan, con inviernos de cinco meses", dice Paz Soldán sobre su vida norteamericana, que divide entre clases universitarias y la escritura en la mesa de la cocina, lugar que le gusta porque está cerca de todo: de la TV, de la cafetera, de los espacios donde juega su hijo Gabriel o lee su mujer, Tamra. No tiene de qué quejarse; el oficio de escribir ha sido fecundo en sus casi dos décadas en EE.UU.: seis novelas, ensayos, críticas y cuatro libros de cuentos. Obras que han sido traducidas, premiadas y dado a su autor reconocimientos de consagrados como Mario Vargas Llosa, quien dijo que "Edmundo Paz Soldán es uno de los mejores escritores de la nueva generación".

Pese al largo tiempo lejos de Bolivia, el escritor no la olvida. Al contrario: vuelve cada año a cargo del programa "Problemas sociopolíticos de la región andina", que la Universidad de Cornell dicta para alumnos norteamericanos, entre junio y agosto, en Cochabamba. Para Paz Soldán es un antídoto contra la ausencia: "Siempre le he tenido miedo al desarraigo, pues la cultura norteamericana es muy fuerte. Pero me di cuenta que ya son 17 años en Estados Unidos y eso cambia el panorama. Me he arraigado aquí también, y es difícil mantenerse arraigado a dos realidades tan opuestas. Pero estoy acá y siento nostalgia de Bolivia, y cuando estoy allá recuerdo mi oficina en Ithaca. Estoy en un perpetuo vaivén y reconozco que me gusta".

El lado positivo, según él, es que desarrollado una "mirada extrañada" que le permite recoger material para sus ficciones: "Cuando voy a Bolivia no la miro con los ojos de quien vive allá, sino con ojos extrañados. Cuando voy a la heladería con mis amigos de infancia y sus familias, todos van con sus nanas, excepto mi mujer y yo. Entonces me parece extraña esa situación. Si yo me hubiera quedado allá, no sería rara pues es parte de la clase acomodada del país. Pero yo la miro desde afuera".

- Convertir eso en literatura, ¿es una forma de evitar la pena?
- Quizás es una forma creativa de lidiar con ciertos problemas emocionales. Hace dos o tres años tuve un período en que no podía escribir y me sentía muy solo en Estados Unidos. Y me di cuenta que esta soledad de vivir lejos de mi país y mi familia necesita la catarsis de la escritura para encontrar el balance.

Tranquilidad zen

En sus últimas tres novelas ("Sueños digitales", "La materia del deseo" y "El delirio de Turing"), Paz Soldán sitúa la historia en Río Fugitivo, que es una Cochabamba ficcionada. "Sentí la necesidad de crear mi propia Cochabamba, que tiene como base la Cochabamba de mi infancia y, por otro lado, las cosas que he vivido afuera en estos años", dice. Está lejos, en todo caso, de ser una versión mejorada de su ciudad natal: "Es una Cochabamba en que los contrastes están exacerbados. Los bloques de modernidad y las resistencias tradicionales son más explícitos".

En Río Fugitivo la acción se mueve entre dos temas que ya son la marca registrada de Paz Soldán. Uno es la tecnología y su impacto en la vida cotidiana, que para el autor es una manera de mostrar el choque entre modernidad y tradición. Así, en sus novelas aparece esta ciudad high tech, con sitios web, photoshop, e-mails, piratas informáticos. "Ello muestra el deseo de la clase acomodada de modernizar Bolivia y la resistencia de otros grupos por el miedo a perder tradiciones ancestrales en un país donde el 60% de la población es indígena", explica el escritor, quien reconoce que su acercamiento a la tecnología es teórico y escasamente práctico.

Pero no sólo de tecnología vive el hombre; tampoco Río Fugitivo. El segundo tema del mundo literario de Paz Soldán es el contexto social y político, que siempre mira al pasado reciente de Bolivia. Y es la base histórica de sus libros. Se consignan golpes de Estado, dictaduras, retornos a la democracia, revueltas sociales, protestas antiglobalización. En "El delirio de Turing", por ejemplo, todo ocurre en el marco de una manifestación -en el mundo real y en internet- contra una transnacional que sube las tarifas eléctricas en Río Fugitivo. Un hecho que recuerda lo que fue la guerra del agua en Cochabamba el 2000 y que el escritor reconoce abiertamente como inspiración.

A juzgar por el resultado del mix entre tecnología y política en sus ficciones, sumado a sus duros comentarios en la vida real sobre la clase media y la modernidad en Bolivia, cualquiera pensaría que Edmundo Paz Soldán es un francotirador. Y lo es. La gracia es que sabe disparar con elegancia. Sin perder la calma. "Mi actitud inicial cuando alguien me ataca es escuchar y, curiosamente, darle la razón. Es una cosa muy instintiva, que hago desde siempre: escuchar posiciones opuestas y buscar un término medio", dice. Sus pares le reconocen esta tranquilidad. El escritor Gonzalo Garcés recuerda un encuentro de narradores el 2003 en Sevilla: "Me impresionaron su inteligencia y tolerancia, virtud rarísima entre escritores. Allí lo vi responder con elegante calma a una de las célebres y a menudo arbitrarias diatribas de Roberto Bolaño. Cuando Edmundo dio su conferencia, que hablaba de la influencia de internet en la literatura actual, Bolaño entendió que internet era EL factor esencial, algo que Edmundo no había dicho, y se puso a despotricar. Edmundo lo aclaró sin despeinarse".

El escritor argentino Rodrigo Fresán coincide plenamente: "Conocí a Paz Soldán en uno de esos bizarros encuentros de escritores en Texas y me intrigó su calma casi sobrenatural, su sonrisa permanente y su mirada casi sin párpados, como queriendo verlo todo. Voy a decirlo: Paz Soldán parecía y me sigue pareciendo más extraterrestre que boliviano. Después comprendí que esa tranquilidad zen era engañosa y que la procesión iba y sigue yendo por dentro. Porque Edmundo está todo el tiempo escribiendo, saliendo de un libro para entrar en otro, mitad de su tiempo entre nosotros y la otra mitad en Río Fugitivo: esa ciudad/planeta/universo donde no nació y vivirá hasta el final que, todo parece indicarlo, está muy lejos. Porque Paz Soldán tiene todavía mucho por mirar y por sonreír para después poder ponerlo por escrito de regreso en su mundo. Otro mundo que está en éste".

Paz Soldán no se inmuta. Y con su calma de siempre, explica que en sus próximos libros dejará descansar a la tecnología y Río Fugitivo. Que si bien hace cinco años pensó en armar una saga en que todas sus novelas tomaran esos tópicos, después de entregar "El delirio de Turing" se dio cuenta que estaba forzando las cosas. Que ambos temas estaban momentáneamente agotados. "Tenía miedo de empezar a repetirme", dice. Por eso, recién terminó una novela basada en la guerra del gas, situada en La Paz y que es más política que tecnológica. Además, tiene en carpeta dos novelas ambientadas en EE.UU.: una que recrea la historia de una chica asesinada por un serial killer a 20 minutos de Ithaca, y otra que da cuenta de medio siglo de inmigración latinoamericana en EE.UU. Ingredientes frescos para los mundos extremos de Paz Soldán.




Del delirio a la culpa

"El delirio de Turing" transcurre en Río Fugitivo y conjuga el tema tecnológico con una mirada político/social. La ciudad se desangra por una protesta popular ante el incremento sorpresivo de las tarifas eléctricas por parte de la transnacional Globalux. Pero eso no es todo: a la violencia de las manifestaciones callejeras, se suma una guerra electrónica encabezada por un grupo local de hackers que boicotea los sitios del gobierno, exigiendo justicia. En medio de todo eso, la Cámara Negra: organismo creado en los 70 bajo la dictadura de Montenegro (clara alusión al ex presidente Hugo Bánzer) para interceptar y descifrar mensajes de la oposición. Se ha mantenido en el tiempo con funcionarios disciplinados como Miguel Sáenz, apodado Turing en honor al matemático inglés que durante la II Guerra Mundial descifró el código Enigma, usado por los nazis.

Es justamente en este Turing boliviano donde Paz Soldán vierte sus mayores críticas al sistema. "Encarna toda esta tecnología del Tercer Mundo: él es un Turing tercermundista, que admira al otro pero sabe que ni siquiera tiene los materiales técnicos para combatir a los hackers. Aquí la tecnología jamás es de primera mano", dice el autor. Además, le pega duro a aquellos que -como ha visto a muchos en Bolivia- creen que la tecnología es sinónimo puro y suficiente de progreso, sin importar si se acompaña de cambios más profundos. Y expone casos tan patéticos como el de Ramírez-Graham, nuevo jefe de la Cámara Negra que, mientras su institución se cae a pedazos, juega en su casa con Supersónico, el perro robot de Sony. "Muchos café internet no hacen verano", escribe un desesperanzado Paz Soldán en su libro, cuando describe a Río Fugitivo.

Pero hay temas aún más complejos. Como el de la culpabilidad. El Turing de la novela trabaja en un organismo que sirvió a los intereses de una dictadura, sin cuestionarse jamás qué efectos tenía en otras personas su labor en la Cámara Negra. "No sólo estuvieron los que dispararon, sino también los que creyeron con fervor en esa ideología, muchas veces por obra u omisión, como Turing. Para que una dictadura se sostenga tiene que haber muchos cómplices, y la clase media en Bolivia estuvo a favor de la dictadura de Bánzer en los 70", dispara Paz Soldán. La gente que por seguir una razón de Estado justifica una ideología comete, a juicio de Paz Soldán, el peor de los delirios. Como el delirio de Turing.


(ARTICULO PUBLICADO ORIGINALMENTE EN LA REVISTA ON LINE QUÉ PASA DE LA TERCERA DE CHILE)

Friday, August 08, 2008

"Estoy escribiendo una novela sobre el mundo adolescente de Estados Unidos, sobre la violencia en un high school"






Por CARIDAD PLAZA



C. P.—¿Cuáles son sus próximos proyectos literarios?

E. P. S.—Mis futuros proyectos tienen que ver más con los Estados Unidos: novelas sobre la patología de la violencia en la sociedad contemporánea, y sobre la forma en la que la inmigración latina está cambiando a los Estados Unidos. En mis últimas novelas me he preocupado por narrar acerca del impacto de las nuevas tecnologías en la vida cotidiana.
Eso aparece en Sueños digitales, La materia del deseo y El delirio de Turing. En esas novelas también me interesaba, tomando la crisis actual de Bolivia como punto de partida, explorar acerca de la naturaleza del poder en la América Latina, acerca de la relación entre el poder y la violencia, entre la democracia de hoy y las dictaduras de nuestro pasado más reciente.
En la última novela, Palacio Quemado, he añadido a esa reflexión un intento por situar al intelectual cortesano, ver cómo, por decirlo de alguna manera, la letra ha sido cómplice de las armas en el continente. Hasta ahora, todas mis novelas las he ambientado en Bolivia, tal vez porque los escritores somos lentos y tardamos mucho en procesar las experiencias. Palacio Quemado, está ambientado en La Paz y tiene que ver con la caída del presidente Sánchez de Losada y el fin del modelo neoliberal en Bolivia. Es una novela muy política, y creo que es parte de una tendencia actual entre los escritores de las nuevas generaciones —Benavides, Roncagliolo— de volver a las preocupaciones sociales, políticas. Y ahora, después de llevar 20 años en Estados Unidos, me ha dado por ambientar mi próxima historia en ese país y estoy escribiendo una novela sobre el mundo adolescente de Estados Unidos, sobre la violencia en un high school: la psicopatología de la violencia en la vida cotidiana, los asesinos en serie, el chico que coge una pistola y decide matar a sus compañeros. Y la novela quiere explorar por qué ocurren esas cosas. Alguien me dijo que había similitudes con Palacio Quemado pero creo que no, porque en esa historia se hablaba de la violencia de Estado y ahora quiero tratar la violencia al margen del Estado.


Fuente : (Dialogo de la lengua entre Iwasaki y Paz Soldán)

Thursday, August 07, 2008

"Lo que me interesa como posible tema es la subcultura de los videojuegos"






Cuando saltar tiene premio. Letras mayores

El Premio Nacional de Novela cuenta los pormenores del proceso de creación de El delirio de Turing. Confiesa que esta obra fue un desafío personal y literario, y que además estuvo a punto de dejarla inconclusa. El escritor cochabambino ya prepara otra con una temática parecida a la galardonada


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Roberto Dotti

Como se dijo, Edmundo Paz Soldán, obtuvo el Premio Nacional de Novela con la obra El delirio de Turing. El escritor cochabambino que radica hace 14 años en Estados Unidos no puede desprenderse de Bolivia fácilmente. No es alguien que se fue y nunca más volvió. Es de esas personas que “nunca se fueron”. Viaja al menos una vez al año a su país y mantiene fuertes lazos sanguíneos y literarios con hermanos, amigos y gente que no le echa de menos, porque siempre está. Aunque formó una familia y tiene un hijo documentado en el gran país del norte, sigue vibrando con el fútbol boliviano, las letras nacionales y, por si fuera poco, la realidad de su Bolivia.
Por eso construyó durante tres años esta nueva y premiada novela que saldrá al mercado librero dentro de dos meses con aires, letras, ideas y toda la ruta del paisaje cochabambino y nacional.
La obra está compuesta por varias historias simultáneas, con siete personajes principales que se van entrecruzando en historias de ficción con una fuerte dosis de "realidad".
Así como James Joyce se tomó un día para relatar todo lo que sucedía en Ulises, el autor de Río Fugitivo lo hace en tres jornadas; claro que aprovecha y lanza una historia retrospectiva que abarca los últimos 30 años de parte de la historia boliviana.
Entre las historias principales que está dispuesto a revelar está aquella basada en la guerra del agua, ocurrida en el año 2000 en Cochabamba, pero esta vez con una empresa de energía eléctrica. Así, entre manifestaciones callejeras que demandan sus derechos como consumidores leales, hay nudos y códigos que entrelazan una historia en varias. Esta guerra del subdesarrollo en la ciudad de Río Fugitivo se convierte casi en un síntoma del rechazo a la globalización y a la crisis neoliberal. Para él, ése es el paisaje principal de la novela, que se condimenta con otras relacionadas con los servicios de inteligencia y su modus operandi.
Pero ¿quién es Turing? Es el apodo de uno de los personajes principales, obviamente. Trabaja para el Estado, en el Servicio Nacional de Inteligencia, interceptando mensajes de la oposición, entre otras cosas.
A pesar de los años de dictadura y las recientes democracias, este personaje siguió trabajando para el Estado y nunca sintió culpa porque siempre sostuvo que todo lo había hecho "cumpliendo órdenes".
Pero la historia comienza a hacerse más compleja, no sólo porque Turing vive una crisis personal que lo lleva a confrontar su responsabilidad histórica, sino porque debe luchar ahora también con los piratas informáticos que lo acechan. Las nuevas protestas contra la globalización articulan alianzas de manifestaciones de viejo cuño (pancartas, movilizaciones, cánticos y protestas) con las nuevas, las electrónicas a través de internet, los virus y los mecanismos digitales de las recientes viejas décadas. Así, parte de la trama muestra que el servicio de inteligencia se está rearticulando, buscando subversivos y rastreando hackers. Los dos escenarios que ilustran el campo de batalla son el paño para describir la historia contemporánea de un país globalizado.
- ¿Te costó mucho hacer ese montaje de siete historias simultáneas?
- Sí. En realidad es la novela que más tiempo me llevó. Fueron tres años de trabajo y varias veces estuve a punto de renunciar a ella. Por un lado me costó articular las siete historias, que si bien eran independientes, necesitaba que tuvieran relación entre sí. Por otro lado me costó mucho la parte tecnológica del libro. Yo sabía de hackers, pero otra cosa es hacer creíble todo ese mundo y sus códigos, fue un trabajo de investigación aparte.
Otra de las cosas que tiene la novela es el asunto del criptoanálisis, la lucha entre los que codifican, los que encriptan mensajes en papel o computadora y los que lo descodifican. En este sentido la novela se puede leer como una historia a través de los siglos. Ésa es la parte que más me ha costado y más me ha divertido a la vez, porque siempre me gustó el juego con los códigos. Yo no soy un experto en computación, ésa fue una de las cosas que me hicieron pensar en dejar la novela.
- Fue una investigación aparte...
- Sí, leía y no sabía cómo convertirlo en una narración. Tenía mucha información pero no veía al personaje. Hay varios personajes que tienen que ver con la informática y son campos que no manejo profundamente porque no estoy en contacto con ese mundo. Fue como crear algo de cero. La idea es que la literatura tiene otras reglas y quizás pueda comentar sobre la historia pero se necesita darla de manera fidedigna. Me interesaba describir un servicio de inteligencia convincente y no necesariamente tal cual tenemos en Bolivia u otros países vecinos. Ese fue un desafío porque en muchos casos Río Fugitivo fue una especie de alter ego de Cochabamba y lo que quiero es que cada vez más el Río Fugitivo literario se independice.
- Este trabajo que según el jurado es de relojería narrativa, ¿hace que seas más novelista que cuentista?
- Quizás. Siempre tuve una relación encontrada con la novela y muy innata con el cuento. Después del cuento ganador del Juan Rulfo (Dochera) y de Amores imperfectos lo más fácil en ese momento era optar por seguir escribiendo cuentos. Primero porque lo hacía bien y además me convenía hacerle caso a la crítica que decía que soy más cuentista que novelista o "me gustan más tus cuentos que tus novelas", pero yo pensaba que el desafío era seguir trabajando en la novela porque tenía que seguir ampliando registros y si la novela no me salía de manera natural... ahí estaba el desafío. Con cierta pena fui dejando el cuento para meterme a explorar el de la novela. Un escritor siempre tiene que estar probándose, arriesgándose, porque si te quedas en lo que sabes, no expandes tus registros y tu mundo no crece.
- ¿El delirio de Turing es un peldaño más en tu carrera o es una obra visagra?
- Es un libro consolidación de mi mundo novelístico, de Río Fugitivo. Tengo un par de ideas para futuras novelas que todavía no he comenzado y ambas son como novelas más breves. El delirio de Turing es una novela ambiciosa y extensa (400 páginas). Al escribirla sentía que estaba avanzando paso a paso y que debía arriesgarme, a dar un salto narrativo. Eso significa El delirio de Turing. Buscaba no ser tan cauteloso en mi proyecto literario en el género novelístico.
- ¿Para qué sirve en lo personal el Premio Nacional de Novela?
- Te voy a ser sincero. Cuando la tenía lista pensé mandarla a algún premio internacional, pero para mí es muy importante Bolivia. Tengo una carrera literaria en otros países, pero para mí es importante mantener mi base en Bolivia, que es mi mundo, mi infancia, mi país, de ahí he salido y no me olvido de eso. Para mí es muy simbólico ser reconocido por un jurado boliviano y recibir un premio que en este momento es el más importante de novela en Bolivia. Quizás ése sea mi lado provinciano, porque algunos piensan que soy "hecho el cosmopolita" pero en el fondo y en la distancia uno vive el país con más nostalgia. Siempre me siento como un representante de la literatura boliviana y trato de difundir y promocionar nuestra literatura en el mundo.
- ¿De qué manera crees que la guerra en Irak influirá en tu literatura?
- La literatura trabaja más en cámara lenta. Quizás lo que hoy aparece en mi novela es un tema que ahora no está en cartelera por la cuestión de la guerra, pero sigue y es la lucha contra la globalización, las protestas, la crisis del neoliberalismo en Latinoamérica. Todo eso aparece en esta novela y creo que lo que está ocurriendo hoy va a aparecer en el género novela porque me interesa explorar mucho en lo contemporáneo. Lo que me interesa es articular lo que está ocurriendo con América Latina y Bolivia. Cómo todo esto puede cambiarnos como continente y quizás El delirio de Turing tiene eso, (en cuanto a la globalización) porque la guerra del agua me permitía discutir un tema a nivel mundial pero con una resonancia local. Lo que necesito encontrar y todavía no lo veo es esa historia, ese relato, esa trama, esa metáfora que vincule lo que está ocurriendo hoy en el mundo en este nuevo desorden mundial con lo que ocurre en Bolivia o en América Latina.
- ¿Cuáles son tus nuevos pasos literarios?
- Voy a comenzar muy pronto con una nueva novela. Voy a seguir explorando los temas de la informática y lo que está un poco detrás de sueños digitales o también la Materia del deseo o El delirio de Turing. Lo que me interesa como posible tema es la subcultura de los videojuegos, que es cada vez más influyente y está más presente en la vida de los adolescentes. En Estados Unidos esto se ha convertido en un fenómeno impresionante porque pueden jugar a la "Guerra de las galaxias" pero son 80.000 personas a la vez. Estuve leyendo mucho sobre la historia de los videojuegos. El germen está en un cuento mío que hace dos o tres años fue finalista en el concurso literario Franz Tamayo. Si lo lees te das cuenta de por dónde está la novela, que es la historia de una mujer que está buscando a su hermano que desapareció hace 15 años y es lo único que se acuerda de su hermano y él era un adolescente que se la pasaba en los videojuegos. Lo busca por todos lo sitios de este tipo (café internet, etc) en un momento en que hay un videojuego que ha sido prohibido por el Estado porque es un juego que una computadora escoge al azar (por medio de una guía telefónica) el nombre de un individuo y las personas que están en el videojuego quieren llevar ese juego de la computadora a la realidad. Parte del juego es tratar de ver si alguno de los participantes (de este juego prohibido) pueden eliminar esta persona en la vida real. Hay una conexión del juego electrónico con ciertas muertes que están ocurriendo en ese momento en la ciudad.
- Con esta temática ¿no sería como reinventarte a ti mismo?
- Una de las reglas del concurso es que no debía tener más de 20 páginas. Cuando lo escribí me di cuenta que el cuento daba para unas 35 páginas, entonces tuve que terminarlo un poco abruptamente como cuento. Pero quedé con esas sensación de que me hubiera gustado explorar más, no lo hice esa vez y nunca volví a reescribir el cuento. Han pasado tres años y en ese tiempo han surgido personajes y la cosa se fue haciendo más compleja. Ahora lo veo como una novela; no con siete personajes principales (risas) pero al menos con tres o cuatro.



(Entrevista publicada en el periodico boliviano llamado El Deber,Sábado 29, Marzo de 2003 )